La desición que tomamos es esta: o bien somos lo suficientemente buenos para llegar al cielo por cuenta propia, mediante nuestro sistema de creencias y moralidad, o no lo somos, y entonces tenemos que arrojarnos a la misericordia de Dios por medio de Cristo para llegar allá. Esos son los únicos sistemas de religión en todo el mundo. Uno es la religión del mérito humano, el otro reconoce que hallamos mérito verdadero sólo en Cristo y ese mérito llega al pecador sólo por gracia. Puede haber mil nombres y términos religiosos diferentes, pero realmente existen sólo dos religiones. Existe la verdad del logro divino, que dice que Dios lo ha hecho todo en Cristo, y por otro lado la mentira del logro humano, que dice que la salvación depende en cierta manera de nosotros mismos. Una es la religión de la gracia, la otra es la religión de obras. Una ofrece la salvación por la fe sola; la otra ofrece la salvación por la carne. Los sistemas de religión hechos por el hombre y diseñados por los demonios se basan en la presuposición de que no necesitamos un Salvador, o que no dependemos por completo de Él, porque tenemos la capacidad de cultivar nuestra propia justicia. Que Dios nos dé un poco de ambiente religioso para impulsar nuestra bondad natural, que nos dispense un poco de poder, o que nos infunda un poco de fuerza. Dennos unas pocas reglas, unas pocas rutinas y retos religiosos, y lograremos echar a andar la salvación por cuenta propia. La mentira del logro humano se presenta bajo miríadas de títulos diferentes, pero todo es el mismo sistema, porque surge de la misma fuente: el mismo Satanás, quien la empaca en diferentes paquetes, pero todo es el mismo producto. Por otro lado, la verdad del logro divino es el cristianismo. Y es la única...
Trágicamente, la mayoría de la humanidad avanza religiosamente a toda velocidad por la ancha autopista del logro humano, convencida de que se dirige a algún fabuloso destino celestial gracias a su bondad básica, obras nobles y obras religiosas. En contraste, Jesús dijo que el único camino al cielo es la senda angosta de confiar sólo en Él como Señor y Salvador. Los judios enseñaban que podían lograrlo por cuenta propia. Por eso se quedaron pasmados cuando el apóstol Páblo dijo que ¨por las obra de la ley ningún ser humano será justificado delante de él¨ (Romanos 3:20). También dijo que la ley vino a cerrar nuestras bocas para que no declaremos que somos justos, y a declarar que toda persona es culpable ante Dios. La ley vino para mostrarnos nuestro pecado, pero cuando el hombre que se autojustifica y es egocentrico vio que era pecador según la ley, no quiso enfrentar su pecaminosidad. Las personas caídas hacen a un lado la ley de Dios, y constantemente inventan nuevos sistemas para acomodar sus deficiencias. Luego afirman que están bien delante de sus dioses, todo basado en sus propios criterios personales o creencias y comportamiento religioso.
El principal propósito del Señor en el Sermón del Monte, particularmente en este punto clave de las puertas ancha y estrecha, era romperle el ezpinazo a tales creencias de sistemas mortales y mostrar que todos los que creen en esas mentiras están errados. El propósito de Jesús era llevar a sus oyentes y lectores al punto donde empezó su sermón: Los verdaderamente bienaventurados son los pobres en espíritu.; bienaventurados los que lloran , bienaventurados los mansos, bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia. Empezó donde quería terminar, con personas quebrantadas que lamentan su pecaminosidad total, mansas frente a Dios y ante la ley, con hambre y sed de lo que saben que no tienen y desesperadamente necesitan: La Justicia de Dios. Pero los fariseos nunca sintonizaron ese mensaje. En Lucas 18:11 uno de ellos oraba: ¨Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres¨, y se jactaba de la forma en que ayunaba y daba el diezmo. Sin embargo, nunca expresó ningún pecado ni remordimiento ante Dios, porque pensaba que eta tan bueno, que no tenía nada de qué sentirse culpable ni condenación ninguna de la que ser salvado. En el rincón, por otro lado, estaba el hombre que ya hemos mencionado antes, golpeandose el pecho y diciendo: ¨Dios sé propicio a mí, pecador¨. Jesús dijo ¨que este decendió a su casa justificado antes que el otro¨ (Lucas 18:4). Jesús quiere llevarnos al pubto en que nos demos cuenta de nuestra absoluta incapacidad de agradar a Dios en nuestra carne y clamemos en desesperación la justicia de Dios con es espíritu quebrantado, manso y adolorido. Los judios pensaban que eran justos y que se dirigían al cielo y al Reino. La verdad era preciamente lo opuesto. !Que engaño! Jesús los obligó a reconsiderar su desición.
Tomado del libro Dificil de creer
El Alto Costo E Infinito Valor De Seguir A Jesús
Por John MacArthur
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