Dios no está apresurado. El no salta cada vez que usted le ordena. Es más, a veces usted podrá preguntarse si alguna vez él contestará. Usted clama, llora, ayuna y confía – pero los días pasan, luego semanas, meses y aun años, y usted no recibe ni la mínima evidencia de que Dios lo está escuchando. Primero usted se pregunta: “Algo debe de estar impidiendo mis oraciones.” Usted queda perplejo, y con el tiempo su actitud hacia Dios se vuelve algo así: “Señor, ¿qué tengo que hacer para recibir respuesta a esta oración? Tú prometiste en tu Palabra que me darías una respuesta, y he orado en fe. ¿Cuántas lagrimas debo derramar?”
¿Por qué Dios retrasa la respuesta a las oraciones sinceras? Verdaderamente no es por que le falte poder. Y él está deseoso que nosotros recibamos de él. La respuesta se encuentra en este verso: “También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre y no desmayar” (Lucas 18:1).
La palabra Griega que se traduce como “desmayar” o perder interés, significa “relajarse, volverse débil, o cansarse en fe, dejar de tratar, ya no esperar completar algo.” Gálatas 6:9 dice, “No nos cansemos, pues, de hacer el bien, por que a su tiempo segaremos, si no desmayamos.” El Señor está buscando personas que oran y que no se relajan ni se cansan de venir a él. Estas personas esperarán en el Señor, sin rendirse hasta que el trabajo sea completado. Y se los encontrará esperando cuando él traiga la respuesta.
Por: David Wilkerson
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