martes, 11 de enero de 2011

La Agonía de Cristo

Lucas 22 : 44 — Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra.

En su estado original, nuestro señor Jesucristo era sobre todo sufrimiento, porque Él era “ Dios sobre todo, bendecido para siempre”; pero cuando se hizo hombre, no solamente fué capaz de sufrir, sino que tomo parte en esa naturaleza que es en verdad débil y expuesta al sufrimiento. La naturaleza humana por su debilidad, es comparada en las Escrituras al pasto en el campo, que fácilmente se marchita y muere. También es comparada a una hoja y a la hierba seca, y a una rafaga de viento, y a la débil naturaleza humana, que es polvo y cenizas, que tiene su fundacion en el polvo, y que puede ser desecha por la polilla. Esta fue la naturaleza, con toda su debilidad, y exposicion al sufrimiento, a la que Cristo, que es el Señor Dios omnipotente, puso sobre Él. ÉL no tomó la naturaleza humana en Él, en su primer, más perfecto y vigoroso estado, la tomó en el estado débil, y desauciado que fué después de la caída; por eso Cristo es llamado “una delicada planta”, y “ una raíz de tierra seca”. Isaias 53:2. Subirá cual renuevo delante de Él, y como raíz de tierra seca; no hay parecer en Él, ni hermosura; le veremos, mas sin atractivo para que le deseemos. Así, la principal tarea de Cristo en el mundo era el sufrimiento, así que, en concordancia con esa tarea, Él vino en esa naturaleza y con las circunstancias, porque todo eso podía permitir que sufriera; así que toda su vida estuvo llena de sufrimiento, empezó a sufrir en su infancia, pero el sufrimiento creció a medida que llegaba al final de su vida.
 Su sufrimiento empezó después del inicio de su ministerio público, probablemente era mayor que antes; y la parte posterior de su ministerio público parece ser distinguido por el sufrimiento. Mientras Cristo vivía más en el mundo, más la gente veía y escuchaba de Él, y más lo odiaban, el odio de sus enemigos crecía más y más, por la oposición que el ponía para sus intereses; Y el diablo siendo vencido continuamente por Él, crecía en su odio más y más contra Él, y reforzaba la batalla más y más contra Él, así que la nube oscura sobre la cabeza de Cristo crecía más y más, mientras vivía en este mundo, hasta que llegó a la más grande oscuridad en donde colgado de la cruz gritó: “¡Dios mío, Dios mío, porque me has abandonado!”. Antes de esto estaba extremadamente oscuro, cuando estaba en agonía en el Getsemaní; el que tenemos en cuenta en las palabras que ahora leo; y el que tengo por propósito presentar el tema de mi presente discurso. La palabra agonía significa una lucha constante, como lo presenciamos en las luchas, correr, o luchar. Y por eso en Lucas 13:24 Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán. En el original, la palabra traducida como esforzaos, es agwnizesqe. “Agonicen para entrar por la puerta angosta”, esa palabra es usada especialmente para ese tipo de lucha, que en esos tiempos era exhibida en los juegos Olímpicos, en la que los hombres luchaban para perfeccionar su habilidad para correr, luchar, y esos tipos de ejercicios; y había un premio que era concedido al vencedor. Esos que competían, se decía que agonizaban.

El apóstol en su epístola a los cristianos de Corinto, una cuidad de Grecia, donde esos juegos se exhibían cada año, en alusión al esfuerzo de los contendientes dice, “Y todo hombre que lucha”, en el original, todo aquel que agoniza, “ de todo se abstiene.” El lugar donde esos juegos se llevaban acabo era llamado Agwn, o el lugar de la agonía, esa palabra es usada en la escritura particularmente para el esfuerzo en la verdadera oración cuando las personas luchan con Dios: se dice que agonizan, o estar en agonía, en oración. Esa palabra es usada en Romanos 15:30 “Pero os ruego, hermanos, por nuestro Señor Jesucristo y por el amor del Espíritu, que me ayudéis orando por mí a Dios” en el original sunagwnizesqai moi, que agonizen junto conmigo. También en Col 4:12 “Él siempre ruega encarecidamente por vosotros en sus oraciones, para que estéis firmes, perfectos y completos en todo lo que Dios quiere” en el original agwnizwn agonizando por ustedes. Así que cuando se dice que en el texto que Cristo está en agonía, el significado es, que su alma estaba en una gran lucha y conflicto. Lo estaba de dos formas:

1. Su alma estaba en un gran y doloroso conflicto con esas terribles visiones y aprensiones que tenía en ese momento.

2. Estaba también al mismo tiempo en un gran esfuerzo y lucha con Dios en oración.

Me propongo, pues, a exponer el tema de la agonía de Cristo, y a desarrollarla, en estos dos asuntos,

I. Que el alma de Cristo estaba en un gran y doloroso conflicto con esas terribles visiones y aprensiones de las que era objeto.

II. Que el alma de Cristo en su agonía en el jardín tuvo una gran labor y lucha con Dios en oración.


Ilustrando este asunto me esforzare en mostrar,

1. Qué visiones y aprensiones eran esas.

2. Que el conflicto o agonía del alma de Cristo era ocasionada por esas visiones y aprensiones.

3. Que ese conflicto era peculiarmente grande y estresante; y,

4. La razón que podríamos suponer del diseño especial de Dios para darle a Cristo esas terribles visiones y aprensiones, y causarle sufrir ese terrible conflicto, antes de ser crucificado.

Me propuse enseñar,

Primero, Cuales eran esas terribles visiones y grandes aprensiones que Cristo tubo en su agonía. Esto puede ser explicando considerando:

1. La causa de esas visiones y aprensiones; y,

2. La manera en que fueron vividas

1. La causa de esas visiones y aprensiones, que Cristo tuvo en su agonía en el jardín, la copa amarga que iba a tomar en la Cruz. Los sufrimientos que Cristo paseo en su agonía en el jardín; no fueron los mas grandes, aunque fueron muy grandes, Sus últimos sufrimientos en la cruz fueron sus más grandes sufrimientos; y por eso son llamados “ la copa que tenía que beber.” Los sufrimientos de la cruz, bajo los cuales fué asesinado, son siempre en las Escrituras representados como los principales sufrimientos de Cristo; esos en los que especialmente “puso nuestros pecados sobre su propio cuerpo” e hizo expiación por el pecado. El soportar la cruz, humillándose a sí mismo y hacerse obediente hasta la muerte, y hasta la muerte de la cruz, se describe como lo principal donde sus sufrimientos aparecieron. Esta fue la copa que tenía ante él en su agonía. Se manifiesta que Cristo vió esto en ese momento, por las oraciones que ofreció. De acuerdo con Mateo, Cristo hizo tres oraciones esa tarde mientras estaba en el jardín de Getsemaní, y todas sobre este tema, la copa amarga que tenía que tomar. De la primera tenemos una prueba en Mateo 26:39 “Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú.” De la segunda en el verso 42 “Otra vez fue, y oró por segunda vez, diciendo: Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad.” Y de la tercera en el verso 44, “Y dejándolos, se fue de nuevo, y oró por tercera vez, diciendo las mismas palabras.” De esto se ve de que era de lo que Cristo tenía tan terribles visiones y aprensiones en ese tiempo. Lo que insistía en sus oraciones, nos enseña que era en lo que su mente estaba tan concentrada. Era por los sufrimientos de la cruz, que iba a tener que aguantar al siguiente día, cuando iba a haber oscuridad sobre toda la tierra, y al mismo tiempo la mas profunda oscuridad en el alma de Cristo, de lo que tenía tan reales y estresantes pensamientos y aprensiones.

2. La forma en la que esta copa amarga era vista desde la perspectiva de Cristo.

1. Tenía una aprensión real impresa en su mente. Tenía una aprensión de la copa que iba a beber. Su principal tarea en el mundo era tomar esa copa, y por eso nunca dejó de pensar en eso, siempre lo estuvo cargando en su mente, y lo decía con frecuencia a sus discípulos. Mateo 16:21 “Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día.” También en el capítulo 20:17,18,19 “Subiendo Jesús a Jerusalén, tomó a sus doce discípulos aparte en el camino, y les dijo: He aquí subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los principales sacerdotes y a los escribas, y le condenarán a muerte; y le entregarán a los gentiles para que le escarnezcan, le azoten, y le crucifiquen; mas al tercer día resucitará.

La misma cosa era el tema de conversación en el monte con Moisés y Elías cuando fué transfigurado. Así habla también de su bautismo en sangre, Lucas 12:50 “De un bautismo tengo que ser bautizado; y !!cómo me angustio hasta que se cumpla!. Habla de él otra vez a los hijos de Zebedeo, Mateo 20:22 “Entonces Jesús respondiendo, dijo: No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber del vaso que yo he de beber, y ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado? Y ellos le dijeron: Podemos.” Habló de él siendo levantado. Juan 8:28 “Les dijo, pues, Jesús: Cuando hayáis levantado al Hijo del Hombre, entonces conoceréis que yo soy, y que nada hago por mí mismo, sino que según me enseñó el Padre, así hablo.”



Juan 12:34. “Le respondió la gente: Nosotros hemos oído de la ley, que el Cristo permanece para siempre. ¿Cómo, pues, dices tú que es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado? ¿Quién es este Hijo del Hombre? “ Él habló de destruir el templo de su cuerpo, Juan 2:19 Respondió Jesús y les dijo: Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.” E insistió en hablar de esto antes de su agonía, en sus consejos antes de morir a sus discípulos en los capítulos 12 y 13 de Juan. Ya que esta no era la primera vez que Cristo tenía esta copa amarga en su mente. Por el contrario, parece que siempre lo tuvo en cuenta. Pero parece que esta vez Dios le dio una visión extraordinaria de esto. Un sentimiento de la ira que iba a ser derramada sobre Él, y esos grandes sufrimientos que iba a soportar, fueron fuertemente impresos por el poder de Dios; para que tuviera aprensiones mucho mas vividas de la amargura de la copa que iba tomar de lo que nunca las había tenido, y estas aprensiones eran tan terribles, que su frágil naturaleza humana fue aplastada, y estaba lista para desmoronarse.

2. La copa amarga estaba representada, justo en su mano. No solo tenía una más clara y vivida realidad de lo que la había tenido; sino que ahora estaba justo enfrente de él, para que la tomara sin ningún retraso; porque, en esa misma hora, Judas vendría con su grupo de gente, y Él mismo se entregaría en sus manos hasta el final donde iba a tomar la copa al siguiente día; al menos que en verdad Él se negara a tomarla, y así escapara del lugar donde Judas iba a venir; de lo que tuvo oportunidad si hubiera querido. Habiendo mostrado cuales fueron esas visiones y aprensiones que Cristo tuvo en su agonía; me esforzaré en mostrar,

I. Que el conflicto que el alma de Cristo soportó en ese entonces fué ocasionado por esas visiones y aprensiones. El sufrimiento y el estrés que su alma soportó, surgió de la vivida, llena e inmediata visión que la había sido dada de la copa de ira; que el Dios Padre había hecho porque Él fue el que puso la copa enfrente de Él, para que la tomara y bebiera. Algunos han investigado, cual fué la razón del estrés y la agonía, y ha habido muchas especulaciones acerca de ello, pero la razón que la Escritura misma nos da es suficiente acerca de este tema, y deja lugar para especulación o duda. Con lo que la mente de Cristo estaba llena en ese tiempo, era sin duda la misma cosa con la que su boca estaba llena: era el pavor que su frágil naturaleza humana tenía de esa terrible copa, que era mucho más terrible que el horno ardiente de Nabucodonosor. En ese momento una idea cercana de ese horno de ira, en el que iba a ser echado; fue llevado a la boca del horno que iba a ver por dentro, y parado iba a ver sus salvajes llamas, y a ver el resplandor de su calor, para que supiera a donde iba y lo que iba a sufrir. Esto fue lo que llenó su alma con sufrimiento y oscuridad, esta terrible visión que lo había abrumado. ¿Para qué iba a estar esa naturaleza humana de Cristo en esa ira tan poderosa? Era Él mismo, sin el apoyo de Dios, tan solo un gusano de tierra, algo que podía ser desecho por la polilla, ninguno de los hijos de Dios tuvo una copa frente a él como esta, como este Supremo sobre toda creación tuvo. Pero para no detenernos en esto, me apresuro a mostrar,

II. Que el conflicto en el alma de Cristo, en este vistazo de sus últimos sufrimientos, fue doloroso sobre toda expresión o concepción. Esto aparece,

1. Donde se habla de su sufrimiento en la história. Por un evangelista se nos dice,(Mateo 26:37) Y tomando a Pedro, y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran manera.” Y por otro, (Marcos 14:33) Y tomó consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan, y comenzó a entristecerse y a angustiarse. Estas expresiones dejan ver el estrés intenso y abrumante en el que estaba su alma.

La expresión de Lucas en el texto de su agonía, de acuerdo con el significado de esa palabra en el original, es de un grado de sufrimiento que no es normal, sino que ese estrés extremo con el que su naturaleza tuvo un conflicto violento, fue como el de un hombre que pelea con todas sus fuerzas con un hombre fuerte, que se esfuerza y ejerce toda su fuerza para dominar sobre él.

2. De lo que Cristo dice de él, y el no exageraría las cosas más halla de la verdad. El dice,” Entonces Jesús les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo.” Mateo 26:38. ¿Qué lenguaje puede expresar mejor el grado más extremo de tristeza? Su alma no solo estaba “triste” estaba “muy triste” y no solo eso, pero porque no podía expresar el grado de tristeza, añade, “ hasta la muerte;” lo que parece mostrar que los dolores y sufrimientos del infierno, de la muerte eterna, lo habían tomado y estaban sobre Él. Los hebreos expresaban el mayor grado de dolor que cualquier criatura podía soportar con la frase, la sombra de la muerte. Cristo tenía ahora, como era, la sombra de la muerte traída sobre su alma por la cercana visión que tuvo de la copa amarga que tenía enfrente de Él.

3. Por el efecto que tuvo en su cuerpo, causando el sudor de sangre del que leemos en el texto. En la traducción dice, “su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra.” La palabra grandes gotas, es en el original qromboi, lo que significa terrones o cuágulos; por lo que suponemos que la sangre fue presionada por sus poros por la violencia del conflicto interno que había, cuando se expuso al aire frio de la noche, se congeló y endureció, por la naturaleza misma de la sangre, y cayó de el no en gotas, sino en cuágulos.

Si el sufrimiento de Cristo hubiera ocasionado solo un sudor violento, hubiera mostrado que estaba en gran agonía: ya que hubiera sido una angustia extraordinaria y presión en la mente que causara que el cuerpo sudara en el ambiente abierto, en una noche fría como esa, como es evidente en Juan 18:18 “estaban en pie los siervos y los alguaciles que habían encendido un fuego; porque hacía frío, y se calentaban; y también con ellos estaba Pedro en pie, calentándose.” Esta fue la misma noche en que Cristo estuvo en agonía en el jardín. Pero el estrés y angustia interna de Cristo no solo le causo un violento sudor por todo su cuerpo, sino que causó también que sudara sangre. El estrés y la angustia de su mente era tan indescriptiblemente extremo que causó que su sangre saliera por los poros de su piel, y tal grado para que cayera en cuágulos o gotas de su cuerpo a la tierra. Ahora mostrare,

III. Lo que se podría suponer que fue el propósito de Dios en darle a Cristo estas terribles visiones de sus últimos sufrimientos; en otras palabras, porque era necesario una completa y extraordinaria visión de la copa que iba a beber, antes de beberla, ya que nunca la había tenido; o porque tuvo que tener una muestra de la ira de Dios que iba a soportar en la cruz, antes de que el tiempo viniera cuando en verdad la iba a soportar.

Respuesta. Era necesario, que tomara esa copa y la bebiera, sabiendo lo que iba a hacer. A menos que la naturaleza humana de Cristo tuviera una visión extraordinaria ante Él de lo que iba a sufrir, no podía, como humano, saber antes lo que iba a sufrir, y por eso no podía, como hombre, saber lo que hizo cuando tomó la copa para beberla, porque no hubiera sabido completamente lo que la copa era, siendo una copa que nunca había bebido. Si Cristo se hubiera puesto a sí mismo en esos terribles sufrimientos, sin ser completamente sensible con anterioridad de lo amargo y terrible que eran, no hubiera sabido lo que hizo. Como un hombre, se hubiera puesto en sufrimientos de los que Él era ignorante, y hubiera actuado ciegamente; y por supuesto ponerse en estos sufrimientos no hubiera sido completamente su propio acto. Cristo, como Dios, sabía perfectamente cuales eran estos sufrimientos; pero era más necesario que lo supiera como hombre: porque iba a sufrir como hombre, y el acto de Cristo tomando la copa era el acto de Cristo como Dios hombre. Pero el hombre Jesucristo nunca tuvo la experiencia de los sufrimientos que iba soportar en la cruz; y por eso no podía saber completamente como eran, solamente teniendo una visión extraordinaria de ellos ante Él, y una idea extraordinaria impresa de ellos en su mente. Hemos escuchado de torturas que otros han soportado, pero no sabemos completamente lo que fueron, porque nunca las pasamos; y es imposible que pudiéramos saber lo que fueron mas que de dos formas, pasándolas, o teniendo una visión de ellas, o una idea de ellas impresa de una manera extraordinaria. Una idea así fue impresa en la mente de Jesucristo hombre, en el jardín de Getsemani, de sus últimos sufrimientos que causó esa agonía. Cuando tuvo una perspectiva completa de lo que era esa ira de Dios que iba a sufrir, la visión fue abrumante para Él; hizo a su alma sufrir en extremo, hasta la muerte. Cristo iba a ser echado a un terrible horno de ira, y no era apropiado que se pusiera Él mismo ahí ciegamente, sin saber lo terrible que ese horno fuera. Y para que no lo hiciera, Dios primero lo llevo a la boca del horno, que iba a ver por adentro, para quedarse viendo las fieras y salvajes llamas, y pudiera ver a donde iba, y pudiera entrar voluntariamente en ella y llevarla por los pecadores, sabiendo lo que era. Esta fue la visión que Cristo tuvo en su agonía. Después Dios trajo la copa que iba a tomar, y la puso frente a Él, para que pudiera tener una perspectiva completa de lo que era, y pudiera ver lo que era antes de tomarla y beberla. Si Cristo no hubiera sabido completamente lo terribles que iba a ser esos sufrimientos, antes de tomarlos sobre él, el ponerlos sobre él no solamente hubiera sido un acto de Él como hombre; no hubiera podido haber un acto explícito de su voluntad de lo que era ignorante, no hubiera habido una prueba apropiada, no importando que Él hubiera querido soportar esos terribles sufrimientos o no, a menos que supiera desde antes que tan terribles eran; pero cuando vio lo que eran, por tener una visión extraordinaria de ellos, y luego aceptar soportarlos después de eso; actuó sabiendo lo que hizo, luego tomando la copa, y poniendo sobre Él esos terribles sufrimientos, fue su propio acto por una decisión explicita; y también su amor por los pecadores, esa decisión que tuvo fue la más sorprendente, y también su obediencia hacia Dios en ella. Y era necesario que esta visión extraordinaria que Cristo tuvo de la copa que iba a tomar fuera dada en ese tiempo, justo antes de ser prendido. Esta fue el tiempo perfecto, justo antes de tomar la copa, y cuando todavía tenía la oportunidad para rechazarla; porque fue prendido por la compañía dirigida por Judas, tuvo la oportunidad de hacer su escape cuando Él hubiera querido. Porque el lugar donde estaba, era en las afueras de la ciudad, donde no estaba confinado, y estaba sin compañía, en un lugar solitario; y era de noche; para que pudiera ir al lugar que Él hubiera querido, y sus enemigos no hubieran sabido donde encontrarlo. Esta visión que tuvo de la copa amarga le fue dada cuando estaba en completa libertad, antes de ser entregado en las manos de sus enemigos. El acto de Cristo de ser entregado por Él mismo en las manos de sus enemigos, como lo hizo cuando Judas vino, que fue después de la agonía, fue el acto de tomar la copa para beberla; porque Cristo sabía que el propósito de eso era su crucifixión al siguiente día. Estas cosas nos pueden enseñar el fin de la agonía de Cristo, y la necesidad que hubo de tal agonía antes de sus últimos sufrimientos.

APLICACIÓN

Por lo tanto podemos aprender que tan terribles fueron los últimos sufrimientos de Cristo. Lo aprendemos del terrible efecto que un vistazo de ellos tuvo en Él en su agonía. Sus últimos sufrimientos fueron tan terribles, que el vistazo que Cristo tuvo de ellos lo abrumaron y lo espantaron, como se dice empezó a estar gravemente espantado. La visión que tuvo de ellos fue tan terrible como para hundir su alma en la oscura sombra de la muerte; tan terrible fue, que en el doloroso conflicto que su naturaleza tuvo con ella, estaba lleno de sudor de sangre, su cuerpo fue cubierto todo con sangre cuagulada, y no solo su cuerpo, sino la tierra debajo de Él con la sangre que cayó de él, que fue forzada a través de sus poros por la violencia de la agonía. ¡Y si solo el vistazo de la copa fue tan terrible, qué tan terrible fue la copa en sí misma, qué tanto de todo eso puede ser pensado o concebido! Muchos de los mártires han soportado torturas extremas, pero de lo que se ha dicho, hay toda la razón para pensar que todo eso es nada comparados con los últimos sufrimientos de Cristo en la cruz. Y lo que se ha dicho comprueba un argumento convincente que los sufrimientos que Cristo soportó en su cuerpo en la cruz, aunque fueron muy terribles, fueron el menor de sus últimos sufrimientos; y además de esos, soportó sufrimientos en su alma que fueron mucho mayores. Porque si solo hubieran sido los sufrimientos que soportó en su cuerpo, aunque fueron muy terribles, no podemos concebir que la sola anticipación de estos tuviera un efecto como este en Cristo. Muchos de los mártires, de lo que sabemos, han soportado torturas tan severas en sus cuerpos como Cristo lo hizo. Muchos mártires han sido crucificados, como Cristo fue; y aun así sus almas no han sido tan grandemente abrumadas. No ha aparecido tan grande dolor y estrés en la mente ni a la anticipación de sus sufrimientos, ni al soportarlos.

2. De lo que ha sido dicho, podemos ver la grande fuerza del amor de Cristo por los pecadores. Lo que ha sido dicho muestra la fuerza del amor de Cristo en dos formas.

1. Que fue tan fuerte como para llevarlo a través de esa agonía en la que estuvo. El sufrimiento al que después fue sometido, fue terrible e impresionante, como ha sido mostrado; ¡y que tan grande fue su amor que perduró y fue mantenido aún! El amor de cualquier hombre o ángel dudosamente se hubiera sometido a tal peso, y nunca hubiera soportado tal conflicto en ese sudor de sangre como el de Jesucristo. La angustia del alma de Cristo en ese tiempo fue tan fuerte como para causar ese efecto extraordinario en su cuerpo. Pero el amor hacia sus enemigos, pobres e indignos como eran, fue más fuerte aun. El corazón de Cristo en ese entonces estaba lleno de estrés, pero estaba lleno de amor hacia viles gusanos; sus dolores abundaban, pero su amor sobreabundó. El alma de Cristo fue grandemente abrumada con un diluvio de carga, pero esto fue de un diluvio de amor hacia los pecadores en su corazón suficiente para inundar el mundo, y conquistó las montañas más altas de sus pecados. Esas grandiosas gotas de sangre que cayeron en tierra eran una manifestación de un océano de amor en el corazón de Cristo.

2. La fuerza del amor de Cristo aparece especialmente en esto, que cuando tuvo esa visión completa de lo terrible de la copa que iba a beber, que tanto lo asombró, a pesar de eso iba a tomar la copa y beberla. Entonces parece ser la prueba más grande y peculiar del amor de Cristo, cuando Dios puso la copa amarga enfrente de él, y lo dejó ver qué iba a ser lo que iba a tomar, si persistía en su amor por los pecadores; y lo llevaba a la boca del horno para que viera su ferocidad, tuviera una visión completa de él, y tuviera tiempo de considerar si en verdad entraría en él y sufriría las llamas de ese horno por criaturas tan indignas, o no. Así fue como le propusieron a Cristo cual sería su última consideración de qué haría; así como si le hubieran dicho: “Aquí está la copa que vas a beber, a menos que te rindas en soportar por los pecadores, y los dejes perecer como se lo merecen. ¿Vas a tomar esta copa, y tomarla por ellos, o no? Ahí está el horno en el que te van a echar, si es que van a ser salvados; aunque merezcan perecer, o vas a soportar esto por ellos. Puedes ver que tan terrible es el calor del horno; puedes ver el dolor y la angustia que vas a tener que soportar al amanecer, a menos que te des por vencido en tu causa por los pecadores. ¿Que vas a hacer? ¿Es tu amor tal que vas a seguir? ¿Vas a ponerte tu mismo en ese terrible horno de ira?” El alma de Cristo estaba abrumada con ese pensamiento, su frágil naturaleza humana se sumió con tal decadente vistazo. Lo puso en esta terrible agonía que ha sido descrita, si los pecadores pudieran ser salvados sin esto. Si no hubiera una absoluta necesidad de este sufrimiento por ellos por su salvación, Él deseaba que la copa pasara de Él. Pero si los pecadores, en los que puso su amor, no pueden, de acuerdo con la voluntad de Dios, ser salvados sin que Él tomara la copa, escogió que la voluntad de Dios fuera echa. Escogió ir y soportar el sufrimiento, tan terrible como le parecía. Y esta fue su conclusión final, ante el terrible conflicto de su frágil naturaleza humana, después de que hubo tenido la copa frente a él, y por lo menos en el espacio de una hora, que vió que tan impresionante era. Aun así decidió que la iba a tomar, antes que esos pobres pecadores a lo que había amado por toda la eternidad perecieran. Cuando la terrible copa estuvo enfrente de él, no se dijo así mismo: “¿por qué tengo que hacerlo, yo soy una persona grande y gloriosa, infinitamente más honorable que todos los ángeles del cielo, por qué tengo que ir yo y sumirme en esos terribles y grandes sufrimientos por esos indignos y desgraciados gusanos que no pueden ser provechosos para Dios, o para mi, y merecen ser odiados por mí, y no amados? ¿Por qué debería yo que he vivido en la complacencia del amor del Padre por la eternidad, ir y entregarme en un horno así por ellos que nunca me van a poder pagar por eso? ¿Por qué debería entregarme a mí mismo para ser quebrantado por el peso de la ira divina, por ellos que no tienen amor hacía mí, y que son mis enemigos? Ellos no merecen ninguna relación conmigo, y nunca la merecieron, y nunca harán, nada para reconciliarse conmigo. ¿En qué me enriquecería más por haber salvado unos cuantos de miserables enemigos de Dios y de mí, que merecen tener justicia divina glorificada en su destrucción? Ese, sin embargo, no fue el lenguaje del corazón de Cristo, en estas circunstancias; por el contrario, su amor salió a relucir, y decidió incluso entonces, a la mitad de su agonía, someterse a la voluntad de Dios, y tomar la copa y beberla. Él no correría para escapar de Judas y los que estaban con él, aunque sabía que venían, pero esa misma hora se entregó a sí mismo voluntariamente en sus manos. Cuando vinieron con espadas y palos para prenderlo, aunque pudo haber invocado a su Padre, que inmediatamente hubiera enviado legiones de ángeles para alejar a sus enemigos, y liberarlo, Él no lo hizo; ni cuando sus discípulos hicieran resistencia, Él no los habría dejado, como podemos verlo en Mateo 26:51 “Pero uno de los que estaban con Jesús, extendiendo la mano, sacó su espada, e hiriendo a un siervo del sumo sacerdote, le quitó la oreja. Entonces Jesús le dijo: Vuelve tu espada a su lugar; porque todos los que tomen espada, a espada perecerán. ¿Acaso piensas que no puedo ahora orar a mi Padre, y que Él no me daría más de doce legiones de ángeles? ¿Pero cómo entonces se cumplirían las Escrituras, de que es necesario que así se haga? En aquella hora dijo Jesús a la gente: ¿Como contra un ladrón habéis salido con espadas y con palos para prenderme? Cada día me sentaba con vosotros enseñando en el templo, y no me prendisteis. Mas todo esto sucede, para que se cumplan las Escrituras de los profetas.” Y Cristo, en vez de esconderse de Judas y los soldados, les dijo, cuando no sabían si Él era la persona a la que buscaban; y cuando parecía que dudaban, siendo sobrecogidos con un poco de miedo en sus mentes, les dijo otra vez, y se entrego a sí mismo en sus manos, para ser prendido por ellos, después de mostrarles que Él podía fácilmente resistirles si a Él le placía, cuando una sola palabra de Él, los hizo caer en tierra, como pueden ver en Juan 18:3, “Judas, pues, tomando una compañía de soldados, y alguaciles de los principales sacerdotes y de los fariseos, fue allí con linternas y antorchas, y con armas. Pero Jesús, sabiendo todas las cosas que le habían de sobrevenir, se adelantó y les dijo: ¿A quién buscáis? Le respondieron: A Jesús nazareno. Jesús les dijo: Yo soy. Y estaba también con ellos Judas, el que le entregaba. Cuando les dijo: Yo soy, retrocedieron, y cayeron a tierra.” Así de poderoso, constante, y violento era el amor de Cristo; y la prueba especial de su amor sobre todos en toda su vida parece que fue en el tiempo de su agonía. Aunque sus sufrimientos fueron mayores después, cuando estuvo en la cruz, Él vió cuales iban a ser esos sufrimientos, en el tiempo de su agonía y esa parece ser la primera vez que Cristo tuvo un vistazo claro de lo iban a ser esos sufrimientos; y después de esto la prueba no fue tan grande, porque el conflicto había terminado. Su naturaleza humana había estado en una lucha con su amor por los pecadores, pero su amor había triunfado. El asunto, con la visión de sus sufrimientos, había sido resuelto y concluido; y cuando el momento llegó, pasó a través de ello con esos sufrimientos. Pero hay dos aspectos de la agonía de Cristo que hace que la fuerza y la constancia de su amor hacia los pecadores sea más visible.

1. Que al mismo tiempo que tuvo esa visión de lo terrible de sus sufrimientos, también pudo ver del odio y la perversión de aquellos por los cuales sus sufrimientos iba a ser expiación. Hay dos cosas que hacen del amor de Cristo increíble: 1. Que Él quiso soportar esos sufrimientos que fueron tan grandes: y 2. Que quiso soportarlos para hacer expiación por una maldad tan grande. Pero para que esto sea dicho de una manera correcta, Cristo por su propia voluntad y elección soportó sufrimientos que fueron tan grandes, para hacer expiación por esa maldad tan grande, dos cosas eran necesarias. 1. Que tuviera una experiencia de lo grande que iban a ser estos sufrimientos, antes de que los soportara. Esto le fue dado en su agonía. Y 2. Que al mismo viera que tan grande y llena de odio era la maldad del hombre por el que tenía que sufrir para hacer expiación; o que tan indignos eran esos por los que iba a morir. Y estas dos cosas le fueron dadas al mismo tiempo. Cuando Cristo tuvo esa extraordinaria experiencia de cuan amarga iba a ser su copa, tuvo mucho para hacerlo sensible de que tan indigna y llena de odio era la maldad de la humanidad por la que iba sufrir; porque el odio y la naturaleza maligna de esa corrupción nunca se vio tanto que en el rencor y la crueldad del hombre en estos sufrimientos; y aun así su amor fue tal que siguió no importándole que sufriera por esos que estaban llenos de esa corrupción llena de odio.

Fue la corrupción y maldad de los hombres la que contribuyó y efectuó su muerte; fue la maldad del hombre la que estuvo de acuerdo con Judas, fue la maldad del hombre la que lo traicionó, y la que lo prendió, y lo ató, y lo llevo como un malhechor; fue por la corrupción y maldad del hombre por la que fue arraigado, y acusado falsamente, y juzgado injustamente. Fue por la maldad del hombre que fue reprobado, burlado, abofeteado, y escupido. Fue por la maldad del hombre que Barrabás fue preferido antes que Él. Fue la maldad del hombre la que puso la cruz en Él para que la cargara, y para que fuera clavada en ella, y la que lo puso en tan cruel y solitaria muerte. Esto le dio a Cristo una imagen extraordinaria del gran odio y de la depravación humana.

1. Como en el tiempo de sus sufrimientos tuvo a la depravación delante del tal cual era, sin ningún disfraz. Cuando mató a Cristo, apareció en sus propios colores. Ahí Cristo la vió en su verdadera naturaleza, que es el más grande odio y desprecio por Dios; en su más grande tendencia y deseo, que es matar a Dios; y en su más grande agravio y alto acto, matando a la persona que es Dios.

2. Porque en estos sufrimientos sintió los frutos de esa maldad. Fue direccionada directamente hacia Él, y ejecutada en contra de Él para producir su reprobación y tormento, que imprimió una idea más fuerte de su odio en la naturaleza humana de Cristo. Pero al mismo tiempo, tan grande fue el amor de Cristo hacia aquellos que exhibieron esta corrupción llena de odio, que soportó esos sufrimientos para librarlos del castigo de esta corrupción. La Grandeza del amor sufriente de Cristo se ve en parte en que murió por aquellos tan indignos, ya que toda la humanidad tiene el mismo tipo de corrupción en sus corazones, y en parte en que murió por esos que no solamente eran tan malvados, sino que su maldad consiste en ser enemigos de Él; así que no solamente murió por los malvados, sino por sus propios enemigos; y mientras Él quiso morir por sus enemigos al mismo tiempo estaba sintiendo los frutos de su enemistad, mientras sentía los más grandes efectos de su execración de su rencor hacia Él en el más grande deprecio y crueldad posible hacía Él, en su más grande ignominia, tormentos y muerte; y en parte en que Él quiso hacer expiación por ellos ser sus enemigos en estos sufrimientos, y por esa ignominia, tormento, y muerte que era el fruto de eso. El pecado y la maldad del hombre, por quien Cristo murió para hacer expiación, fue, como era, puesto delante de Cristo en su visión.

1. En que esta maldad era solo un ejemplo de la maldad humana; porque la corrupción de toda la humanidad es de la misma naturaleza, y la maldad que está en el corazón un hombre es de la misma naturaleza y tendencia que en la de cualquier otro. Como en el reflejo a través del agua, el rostro de un hombre corresponde al hombre, así el corazón del hombre corresponde al hombre.

2. Es probable que Cristo murió para hacer expiación por esa maldad individual que forjó sus sufrimientos, que lo depreció, se burló, lo abofeteó, y lo crucificó. Algunos de los que lo crucificaron, por los que oró que fueran perdonados, mientras estaban crucificándolo, fueron después, en respuesta a su oración convertidos, por la predicación de Pedro; como tenemos escrito en el segundo capítulo de Hechos.

2. Otra circunstancia de la agonía de Cristo que muestra la fuerza de su amor, fue la huida desagradecida de sus discípulos. Los discípulos de Cristo estaban entre aquellos por los que Cristo soportó su agonía, y entre aquellos por los que Cristo iba a soportar esos sufrimientos, de los que ahora tenía horribles aprensiones. Cristo ya les había dado un interés de los beneficios de esos sufrimientos. Sus pecados ya habían sido perdonados gracias a la sangre que iba a ser derramada, y ya habían sido infinitamente recompensados por esa muerte vergonzosa y el amor que tuvo por ellos, y había por sus sufrimientos sido distinguido más que todo el mundo. Cristo había puesto un honor mayor en ellos que en nadie más, haciéndolos sus discípulos en un sentido de honor más grande que a ninguno otro. Y aun así, cuando tuvo esa horrible copa enfrente de Él que iba a beber por ellos, y que estaba en tanta agonía ante ellos, no recibió nada mas que indiferencia e ingratitud de su parte. Cuando Él solo deseaba que ellos velaran con él, para que fuera confortado con su compañía, en su momento más triste se quedaron dormidos; y dejaron ver que no tenían preocupación suficiente que los mantuviera despiertos por lo menos una hora, aunque solo eso deseó de ellos una sola vez. Y aun así este trato desagradecido de ellos, por los que iba a beber esa copa de ira que Dios había puesto enfrente de Él, no lo desalentó de tomarla, y beberla por ellos. Su amor se mostró a ellos; habiendo amado a los suyos, los amó hasta el final. El no se dijo así mismo cuando esta copa terrible estaba frente de El, ¿por qué debo sufrir tanto por esos desagradecidos; por qué debo luchar con la expectación de la terrible ira de Dios que va a caer sobre mí mañana, por ellos que durante este momento no tienen preocupación por mí como para quedarse despiertos conmigo cuando quiero que lo hagan solo una hora? Pero al contrario, con ternura y compasión paternal excusa la ingratitud de sus discípulos, y dice, Mateo 26:41 “Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.”, y se fue y fue prendido, y humillado, y escarnecido, y crucificado, y derramó su alma hasta la muerte, bajo la pesada carga de la terrible ira de Dios en la cruz por ellos.

3. De lo que ha sido dicho, podemos aprender la grandeza del sometimiento de Cristo a la voluntad de Dios. Cristo, siendo una persona divina, era el absoluto soberano del cielo y la tierra, pero aun así era la más grande instancia del sometimiento a la soberanía de Dios como nunca la hubo. Cuando tuvo esa visión de lo terrible que iban a ser sus últimos sufrimientos, y oró que si fuera posible que la copa pasara de Él, i.e. si no hubiera una necesidad absoluta de ella para la salvación de los pecadores, aun así fue con una perfecta sumisión a la voluntad de Dios. Añade, “ No se haga mi voluntad, sino la tuya.” Escogió antes que la inclinación de su naturaleza humana, que tanto temía esos tormentos, fuera crucificada, a que la voluntad de Dios no se llevara acabo. Se deleitaba en la idea de que la voluntad de Dios fuera echa; y cuando fue y oró por segunda vez, no tenía otra cosa que decir más que, “O Padre, si esta copa no puede pasar de mí, que se haga tu voluntad;” y así la tercera vez. ¿Qué son las pruebas de sumisión que todos tenemos a veces en las aflicciones que sufrimos en comparación con esto? ¡Si Dios en su providencia nos dice que debemos ser como niños, que fácil somos llevados a gritarle, que listos estamos para ser desobedientes y tercos! ¡O si Dios pone su mano sobre nosotros para provocarnos dolor intenso en el cuerpo, que listos estamos para estar descontentos e impacientes; cuando el inocente Hijo de Dios, que no merecía sufrimiento pudo someterse sin protestar a sufrimientos inconcebiblemente mas grandes, y dijo una y otra vez, que la voluntad de Dios se haga! Cuando fue traído a ese terrible horno de fuego en el que iba a ser echado, para que pudiera ver adentro de él y tuviera una visión completa de su fiereza, cuando su carne se compungió en él, y su naturaleza estaba en tal conflicto, que su cuerpo estaba cubierto de un sudor de sangre que caía en grandes gotas al suelo, aun así su alma se rindió calladamente para que la voluntad de Dios fuera echa, antes que la voluntad o inclinación de su naturaleza humana.

4. Lo que se ha dicho en este tema también nos muestra la gloria de la obediencia de Cristo. Cristo estaba sujeto a la ley moral como lo estaba Adan, y también estaba sujeto a las leyes ceremoniales y judiciales de Moisés; pero el mandamiento principal que había recibido del Padre fue, que entregara su vida, que voluntariamente se entregara a esos terribles sufrimientos en la cruz. Hacer esto fue su principal propósito en el mundo; y sin duda el principal mandamiento que recibió, era acerca de su principal propósito en el mundo al que había sido enviado. El Padre, cuando lo envió al mundo, lo envió con mandamientos que tenían que ver con lo que iba a hacer en el mundo; y el mandamiento más importante era acerca de eso, que era el propósito al que fue enviado primeramente, que era entregar su vida. Y por eso este mandamiento era la prueba principal de su obediencia. Fue la principal prueba de su obediencia, porque era por mucho el mandamiento más difícil: todos los demás eran fáciles a comparación de este. Y la prueba principal que Cristo tuvo, si Cristo obedecía o no a este mandamiento, tenía que ser en el momento de su agonía; porque tenía una hora antes de ser prendido para que sufriera, cuando podía entregarse a ellos, o escapar. Y en ese entonces fue la primera vez que Cristo tuvo una perspectiva completa de la dificultad de este mandamiento; que fue tan impresionante que causó ese sudor de sangre. Eso fue el conflicto de la débil naturaleza humana con la dificultad, ahí fueron las amargas luchas y peleas con la grande prueba que tenía, y ahí Cristo tuvo victoria sobre la tentación, desde el terror de su naturaleza humana. Su obediencia prevaleció a través del conflicto. Entonces suponemos fue especialmente desatado para trabajar sobre el temor natural que la naturaleza humana tenía de esos tormentos, y para esforzarse lo más que pudiera para disuadir a Cristo de continuar y tomar la copa amarga; porque en ese tiempo, en lo último de la vida de Cristo, fue especialmente entregado en las manos de Satanás para ser tentado por él, más de lo que fue justo antes de su bautismo; porque Cristo dice, hablando de ese tiempo, Lucas 22:53 “Habiendo estado con vosotros cada día en el templo, no extendisteis las manos contra mí; mas esta es vuestra hora, y la potestad de las tinieblas.” Para que Cristo, en el tiempo de su agonía, estuviera luchando no solo con abrumadoras visiones de sus últimos sufrimientos, sino que también luchó, en ese sudor de sangre, con principados y potestades – contendió en ese momento con el gran leviatán que trabajo lo más que pudo para tentarlo a desobedecer. Para que Cristo tuviera tentaciones a cada paso para que lo sacaran de la obediencia a Dios. Tuvo tentaciones de su frágil naturaleza humana, que extremo temían esos tormentos; y tuvo tentaciones de los hombres, que eran sus enemigos; y tuvo tentaciones del desagradecido escape de sus propios discípulos; y tuvo tentaciones del diablo. También tuvo una prueba abrumadora de la manifestación de la misma ira de Dios; cuando en las palabras de Isaías, le plació al señor quebrantarlo y ponerlo en sufrimiento. Pero no falló, sino que obtuvo la victoria ante todo, y efectuó ese gran acto de obediencia en el tiempo que el mismo Dios se escondió de él, y le estaba mostrando su ira por el pecado de los hombres, que iba a sufrir. Nada podía moverlo de su firme obediencia hacia Dios, pero persistió en decir, “que se haga tu voluntad” expresando no solo su sumisión, sino su obediencia; no solo su conformidad con la directiva voluntad de Dios, sino también con su voluntad previsiva. Dios le había dado a Él esta copa para que la bebiera, y le había ordenado que la bebiera, y eso era suficiente razón para Él para beberla; por eso dice, en la conclusión de su agonía, cuando Judas vino con su compañía, “Jesús entonces dijo a Pedro: Mete tu espada en la vaina; la copa que el Padre me ha dado, ¿no la he de beber?”Juan 18:11. Cristo, en el tiempo de su agonía, tuvo una inconcebible y gran prueba de obediencia que ningún otro hombre o ángel tuvo. ¡Que diferencia esta prueba de obediencia del segundo Adán mas halla de la del primer Adán! ¡Que suave fue la tentación de nuestro primer padre en comparación de esta! Y aun así el primero falló, y el segundo no, pero obtuvo una victoria gloriosa, y fue y se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Así de grandiosa y gloriosa fue la obediencia de Cristo, por la que trajo justicia para los que creyeran, y a los cuales se les imputa su obediencia. Con razón fue un dulce sacrificio sembrado, y que Dios esté listo para otorgarle el cielo al que crea en Él como recompensa.

5. Lo que ha sido dicho nos muestra la brutalidad de seguros pecadores en no tener miedo de la ira de Dios. Si la ira de Dios fue tan terrible, cuando Cristo la esperaba, su naturaleza humana fue abrumada por el miedo a ella, y su alma fue sorprendida, y su cuerpo cubierto con sudor de sangre; entonces que tan tontos son los pecadores, que están amenazados por la misma ira de Dios, y están condenados a ella, y están calmados y callados, y sin preocupación; en vez de estar llenos de tristeza y presionados, yendo con un corazón tranquilo y sin preocupación; en vez de estar llorando en amarga agonía, con frecuencia alegres y contentos, comiendo y bebiendo, durmiendo tranquilos, continuando en pecado, provocando la ira de Dios mas y mas, ¡sin ninguna preocupación! ¡Que estúpidas y embrutecidas son esas personas! Dejen a los pecadores insensibles considerar, que esa miseria, de la que están en peligro por la ira de Dios, e infinitamente mas terrible que eso, el miedo que ocasionó la agonía de Cristo y el sudor de sangre. Es más terrible, porque se diferencia en su naturaleza y en su grado, y también se diferencia en su duración. Es mas terrible en su naturaleza y en grado. Cristo sufrió eso, que como muestra el honor de la ley divina, era equivalente a la miseria de los condenados; y en cierto grado fue el mismo sufrimiento; porque era la ira del mismo Dios; pero en otro respecto era vastamente diferente. La diferencia no viene de la ira que fue derramada en uno o en otro, porque es la misma ira, pero la ira se diferencia en la causa, que puede ser mejor ilustrada por la comparación del mismo Cristo. Lucas 23:31. “Porque si en el árbol verde hacen estas cosas, ¿en el seco, qué no se hará?” Aquí Él se llama así mimo el árbol verde, y al malvado hombre el seco, mencionando que la miseria que vendrá en los hombres malvados va a ser mucho mas terrible que la que Él sufrió, y la diferencia es de la naturaleza diferente de la causa. El árbol verde y el seco, ambos son echados al fuego; pero los sufrimientos que Cristo soportó se diferencian de la miseria de los malvados en el infierno en naturaleza y en grado en los siguientes respectos.

1. Cristo no sentía el roer de la culpa, una conciencia condenada.

2. El no sentía el tormento del reinado interno de corrupciones y deseos como lo hacen los condenados. Los malvados en el infierno son sus propios verdugos, sus deseos son sus tormentos, y el estar sin ninguna restriccion, (porque en el infierno no hay gracia de restriccion) sus deseos van a quemar como llamas incandecentes en sus corazones. Van a ser atormentados con la violencia de un espíritu de envidia y malicia sin restricciones contra Dios, y en contra de los ángeles y los santos en el cielo, y en contra de uno y otro. Ahora Cristo no sufrió nada de esto.

3. Cristo no tenia que considerar que Dios lo odiaba. Los malvados en el infierno tienen esto para hacer su miseria perfecta, ellos saben perfectamente que Dios los odia sin la menor lastima o apego a ellos, que va a llenar sus almas de una miseria inexpresable. Pero no fue así con Cristo. Dios quitó su confortable presencia de Cristo, y escondió su rostro de Él, y entonces derramó su ira en Él. Y sintió esos terribles efectos en su alma; pero al mismo tiempo sabía que Dios no lo odiaba, sino que lo amaba infinitamente. Gritó de que Dios lo había abandonado, pero al mismo tiempo lo llamó “¡Mi Dios, mi Dios!” sabiendo que todavía era su Dios, aunque lo hubiera abandonado. Pero los malvados en el infierno van a saber que Él no es su Dios, sino su juez y enemigo irreconciliable.

4. Cristo no sufrió desesperación, como los malvados en el infierno. El sabía que iba a haber fin para sus sufrimientos en unas horas; y que después de eso iba a entrar en la gloria eterna. Pero va a ser muy diferente para ti que eres impenitente; si mueres en tu condición presente, vas a estar en una perfecta desesperación. En esta forma, la miseria de los malvados en el infierno va a ser inmensamente más terrible en naturaleza y en grado, que esos sufrimientos con los temores con que el alma de Cristo fue tan abrumada.

5. Será infinitamente diferente en duración. Los sufrimientos de Cristo duraron solo unas horas, y hubo un eterno final para ellos, una gloria eterna triunfó. Pero tú que estás seguro, pecador endurecido, estás expuesto diariamente a ser echado en una miseria eterna, un fuego que nunca va a ser extinguido. ¡Si en ese entonces el hijo de Dios tuvo tal asombro, por la expectación de lo que iba a sufrir por unas pocas horas, que tan aturdido estás tú que estas continuamente expuesto a esos sufrimientos, inmensamente más terribles en naturaleza y grado, y que no van a tener fin, pero que vas a tener que soportar sin descanso día y noche para siempre! Si tuvieras una perspectiva de la grande miseria a la que estás expuesto, y que tan terrible es tu condición presente tomando eso en cuenta, te pondría en este momento en una terrible agonía como la que Cristo pasó, si tu naturaleza pudiera soportarla, una mucho más terrible. Te veríamos caer en un sudor de sangre, revolcándote en tu sangre, y gritando en un terrible asombro.

Habiéndome esforzado para explicar e ilustrar las dos preposiciones mencionadas en el comienzo del discurso, ahora procederé a mostrar,

II. Que el alma de Cristo en su agonía en el jardín estaba en una gran y seria lucha y conflicto en su oración a Dios. La labor y esfuerzo del alma de Cristo en su oración fue parte de su agonía, y fue sin duda parte de lo que dice el texto, cuando dice que Cristo estaba en agonía; porque, como hemos mostrado, esa palabra es especialmente usada en la escritura en otros lugares para luchar y pelear con Dios en oración. De este hecho, y del evangelista mencionando que estaba en agonía, y su seria oración en la misma oración: “y estando en agonía, Él oraba más intensamente; y su sudor era como grandes gotas de sangre cayendo al suelo.” Este lenguaje parece implicar, que la labor y la intensidad del alma de Cristo fue tan grande en su pelea con Dios en oración, que estaba en una mera agonía, y lleno de sudor de sangre.

Lo que me propongo ahora, en esta segunda preposición, es por la ayuda de Dios explicar esta parte de la agonía de Cristo que consistió en la agonía y lucha de su alma en oración; que es lo que más vale la pena para inquirir particularmente, siendo eso lo que es probablemente muy poco comprendido; aunque, como parece en secuela, el correcto entendimiento de eso es de gran uso y consecuencia en la divinidad. No es como yo lo concibo entendido ordinariamente que significa cuando el texto dice que Cristo oraba más intensamente; que era por lo que él estaba luchando con Dios, o cual era el propósito de esta intensa oración, o cual era la razón de estar orando intensamente en este momento. Y por eso, para dejar todo esto en luz clara, voy a inquirir particularmente

1. De qué naturaleza era esta oración;

2. Cuál era el propósito de esta intensa oración de Cristo al Padre;

3. En qué capacidad Cristo ofreció esta oración a Dios;

4. Por qué fue tan serio en su oración;

5. Cuál fue el éxito de esta intensa lucha con Dios en oración; y hacer una mejora.


1. ¿De qué naturaleza era esta oración de Cristo?

La forma de dirigirse a Dios puede ser de muchos tipos. Algunas son confesiones de parte del individuo, o expresiones de su sentido de lo indigno que es ante Dios, y están las formas penitentes de dirigirse a Dios. Otras son doxologías o oraciones con la intención de expresar el sentido que la persona tiene de la grandeza y la gloria de Dios. Así son muchos de los salmos de David. Otras son formas de dirigirse gratulatoriamente, o expresiones de sumisión y resignación a la voluntad de Dios, lo que sea aquel que se dirige a la Majestad del cielo, expresa la complacencia de su voluntad con la soberanía de la voluntad de Dios; diciendo: “¡Tu voluntad, o Señor, sea hecha!” como David, 2 Sam 15:26 “Y si dijeres: No me complazco en ti; aquí estoy, haz de mí lo que bien te parezca.” Otras son petitorias o suplicatorias; como sea la persona que ora, le ruega a Dios y le suplica por un favor que desea.

Por lo tanto lo que se debe inquirir es, de qué tipo era la oración de Cristo, que leemos en el texto.

Respuesta. Era primeramente suplicatoria. No era penitente o confesional; porque Cristo no tenia pecado ni era indigno para confesar. Tampoco era una doxología o acción de gracias o meramente una expresión de sumisión; porque ninguna de estas concuerda con lo que dice el texto, viz. Que oraba más intensamente. Cuando se dice cualquiera ora intensamente, esto implica una petición intensa para un beneficio, o favor deseado; y no meramente una confesión, o sumisión, o gratulación. Así que el apóstol dice de esta oración, en Hebreos 5:7 “Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente.” Muestra que fue petitoria, o una súplica intensa por un beneficio deseado. No son confesiones, o doxologías, o acciones de gracias, o resignaciones, que son llamadas “suplicas” y “gran clamor,” pero peticiones por un beneficio deseado intensamente. Y habiendo resuelto la primera pregunta, y enseñado que esta intensa oración de Cristo – era de la naturaleza de suplica por un beneficio o favor que Cristo deseaba intensamente, vengo a inquirir,

2. Cuál era el tema de esta suplica; o que favor y beneficio era por el que Cristo suplicaba intensamente en esta oración de la que tenemos en cuenta en el texto.

Ahora las palabras en este texto no son explícitas en este tema. Dice que Cristo, “estando en agonía, oraba más intensamente;” pero no dice por qué Cristo estaba orando intensamente. Y aquí esta lo más difícil para atender este tema: aunque esto era lo que Cristo deseaba intensamente, por lo que estaba luchando con Dios en ese tiempo. Y no se nos dice explícitamente en el texto, la Escritura no nos deja sin luz suficiente en este asunto. Y para evadir los errores, voy a responder,

1. Negativamente, la cosa por la que Cristo estaba orando tan intensamente en este tiempo, no era que la copa amarga que tenía que beber pasara de Él. Cristo había orado por esto, como en el siguiente verso pero uno antes del texto, diciendo “¡Padre, si es tu voluntad, que pase esta copa de mí! ¡Pero, no se haga mi voluntad, pero la tuya!” es después de esto que tenemos escrito que Cristo estando en agonía, oraba intensamente; pero no debemos entender que oró más intensamente de lo que lo había hecho antes, que la copa pasara de él.

Que esto no era por lo que estaba orando intensamente en esta segunda oración, lo siguiente parece probar:

1. Esta segunda oración fue después de que el ángel se le apareciera del cielo, para fortalecerlo, lo más alegre que se pudiera para que tomara la copa y la bebiera. El evangelista nos informa que cuando Cristo vino al jardín, empezó a entristecerse, y muy grandemente, y que dijo que su alma estaba muy triste, hasta la muerte, y que después fue y oró a Dios, que si fuera posible la copa pasara de Él. Lucas dice en los versículos 41 y 42, “y sus discípulos también le siguieron. Cuando llegó a aquel lugar, les dijo: Orad que no entréis en tentación. Y él se apartó de ellos a distancia como de un tiro de piedra; y puesto de rodillas oró, diciendo: ¡Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya!” y después de esto, dice en el siguiente verso, que apareció un ángel del cielo para fortalecerlo. Esto no se puede entender de otra forma más que un ángel se le apareció, lo fortaleció y para apoyarlo para pasar a través de su gran y difícil tarea, tomar la copa y beberla. De acuerdo con esto podemos suponer, que ahora Cristo estaba más fortalecido y animado para pasar estos sufrimientos: y por eso no podemos suponer que después de esto oraría más intensamente que antes para ser librado de estos sufrimientos; y suponemos que era de algo diferente por lo que Cristo estaba orando más intensamente, después de ser fortalecido por el ángel, y no que la copa pasara de Él. Aunque Cristo parece que tuvo una visión más impresionante de los sufrimientos que le fue dada después de que el ángel lo fortaleciera que antes, que causó tal agonía, fue fortalecido para que tuviera una mejor visión de ellos, tuvo más fuerza y valor para enfrentar estas horribles aprensiones, que antes. Su fuerza para llevar los sufrimientos aumentó con la sensibilidad de sus sufrimientos.

2. Cristo, antes de su segunda oración, tuvo un entendimiento del Padre, que no era su voluntad que la copa pasara de Él. La venida del ángel para fortalecerlo también debe ser entendida. Cristo primero ora, que si es la voluntad del Padre, la copa pasara de él; pero no, si no era su voluntad; e inmediatamente después Dios manda un ángel para fortalecerlo, y animarlo para tomar la copa, que fue un pleno entendimiento para Cristo que era la voluntad del Padre que la tomara, y que no pasara de Él. Y así Cristo lo recibió; como aparece en la cuenta que Mateo nos da en su segunda oración Mateo 26:42 “Otra vez fue, y oró por segunda vez, diciendo: Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad.” Habla como alguien que tuvo un entendimiento, desde que oró antes, que no era la voluntad de Dios. Y Lucas nos dice cómo, viz. Por medio de que Dios mandó un ángel. Mateo nos informa, como lo hace Lucas, que en su primera oración, oró que si fuera posible la copa pasara de él; pero Dios envía un ángel para dar a entender que no era su voluntad, y para animarlo a tomarla. Y después de que Cristo recibe el entendimiento que no era la voluntad de Dios que la copa pasara de Él, se somete al mensaje que recibió, y dice, o mi Padre, si es así, que se haga tu voluntad. Por eso podemos concluir que por lo que Cristo oró más intensamente después de esto, no fue que la copa pasara de él, sino otra cosa; porque no iría a orar más intensamente que la copa pasara de Él, de lo que lo había hecho antes; eso sería blasfemo de suponer. Y después,

3. El lenguaje de la segunda oración, como es recitado en Mateo, “Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad,” muestra que Cristo no estaba orando que la copa pasara de Él. Por esto no está orando más intensamente que la copa pasara: es mas bien un sometimiento a ese punto, y cesando de insistir en él, y sometiéndose a eso estando convencido que era la voluntad de Dios, hecha conocida por el ángel. Y,

4. De lo que el apóstol cuenta de esta oración en el capítulo 5 de Hebreos, las palabras del apóstol son estas, “Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente.” El gran clamor y lágrimas de las que habla el apóstol, son sin duda las mismas de las que habla Lucas en el texto, cuando dice, “y estando en agonía, oraba más intensamente;” porque este era el más agudo e intenso clamor de Cristo, del que tenemos escrito en ningún otra parte. Pero de acuerdo con lo que cuenta el apóstol, lo que Cristo temía, y por lo que estaba clamando a Dios en oración, fue algo por lo que fue escuchado, algo que Dios le concedió de su petición, y por eso no fue que la copa pasara de Él. Habiendo enseñado esto, que era por lo que Cristo no estaba orando intensamente, procedo a mostrar,


2. Qué era por lo que Cristo buscó a Dios tan intensamente en esta oración.

Contesto con una palabra, fue, que la voluntad de Dios fuera hecha, en lo que se relacionaba con sus sufrimientos. Mateo nos cuenta esto explícitamente, en el mismo lenguaje de la oración que hemos recitado ya algunas veces, “¡Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad!” esto es una entrega, y una expresión de sumisión; pero no es meramente eso. Esas palabras, “¡Que la voluntad del Señor sea hecha!” Como son más comúnmente usadas, no son entendidas como súplica o petición, sino solamente como una expresión de sumisión. Pero las palabras no son siempre entendidas en ese sentido en la Escritura, pero a veces son entendidas como una petición. Así que son entendidas en la tercera petición de la oración del Señor, “Que se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo.” Estas palabras son entendidas como una expresión de sumisión, y una petición al mismo tiempo, como son explicadas en la Asamblea del catecismo, y así son entendidas esas palabras aquí. El evangelista Marcos dice que Cristo se fue otra vez y habló las mismas palabras que en la primera oración. Marcos 14:39 pero lo debemos entender que son las mismas palabras con la parte después de la primera oración, “pero no es haga mi voluntad sino la tuya,” como el recuento de Mateo lo muestra mas completo. Así que lo que se menciona en el texto, por lo que Cristo estaba luchando con Dios en su oración, era, que la voluntad de Dios fuera hecha en lo que se relacionaba con sus sufrimientos.

Pero ahora otra pregunta surge, viz. ¿Qué esta implicado en la oración de Cristo que Dios hiciera en lo que se relacionaba con sus sufrimientos? A esto respondo,

1. Esto implica una petición de que fuera fortalecido y ayudado, y capacitado para hacer la voluntad de Dios, al ir a través de estos sufrimientos. Lo mismo cuando dice, “Señor, vengo, como está escrito de mí, a hacer tu voluntad, o Dios.” Era la perspicaz voluntad de Dios que tomara esa copa y la bebiera: era el mandamiento del Padre hacia Él. El padre le había dado la copa, y así como le fue puesta enfrente con el mandamiento de que debía tomarla. Esta era el más grande acto de obediencia que Cristo debía completar. El ora por fortaleza y ayuda, que su pobre y frágil naturaleza humana fuera apoyada, que no fallara en esta gran prueba, que no fuera hundido y tragado, y su fuerza fuera sobrepasada que no pudiera soportar, y terminara su tarea. Esto era lo que Él temía, de lo que el apóstol habla en el capítulo 5 de los Hebreos, cuando dice, “fue oído por su temor reverente.” Cuando tuvo esa perspectiva tan extraordinaria de lo terrible de sus sufrimientos impregnados en su mente, lo terrible de eso lo sorprendió. Temía que su pobre y frágil fuerza fuera sobrepasada, y de que fallara en esa gran prueba, que fuera tragado por esa muerte por la que tenía que morir, y así no ser salvado de la muerte; y por eso ofreció gran clamor y lágrimas a Áquel que podía fortalecerlo, y apoyarlo, y salvarlo de la muerte, que la muerte que iba a sufrir no sobrepasara su amor y obediencia, pero que él pudiera sobrepasar esa muerte, y ser salvado de ella. Si el valor de Cristo hubiera fallado en la prueba, y no hubiera soportado sus sufrimientos agonizantes, no hubiera sido salvado nunca de la muerte, pero hubiera sido sumergido en el profundo fango, nunca se hubiera levantado de la muerte, porque el surgir de la muerte era la recompensa de su victoria. Si su valor hubiera fallado, y se hubiera rendido, hubiera quedado bajo el poder de la muerte, y así todos nosotros hubiéramos perecido, estaríamos aun en nuestros pecados. Si hubiera fallado, todos hubieran fallado. Si no hubiera sobrepasado ese amargo conflicto, ni Él ni nosotros hubiéramos sido libertados de la muerte, hubiéramos perecido todos juntos. Por eso esto es la salvación de la muerte de la que el apóstol habla, que Cristo temía y por la que ora con gran clamor y lágrimas. El que hubiera sido conquistado por la muerte era lo que Él temía, y fue escuchado en lo que temía. Esto oraba Cristo, que la voluntad de Dios fuera hecha en sus sufrimientos, incluso que no fallara en obedecer a la voluntad de Dios en sus sufrimientos; y por eso sigue en el siguiente verso del pasaje de los hebreos, “Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia.” Esto era por lo que Cristo en su agonía oraba tan intensamente por que la voluntad de Dios fuera hecha, viz. Que tuviera fortaleza para hacer su voluntad, y que no se hundiera y fallara en esos grandes sufrimientos; es confirmado por las escrituras del antiguo testamento, particularmente en el salmo 69. El salmista representa a Cristo en ese salmo, como es evidente del hecho de que esas palabras de ese salmo son representadas como las palabras de Cristo en muchos lugares del nuevo testamento. Ese salmo es representado como la oración de Cristo a Dios cuando su alma estaba abrumada por el dolor y asombro, como lo estaba en su agonía; como puedes ver en el primero y segundo versículo, “Sálvame, oh Dios, porque las aguas han entrado hasta el alma. Estoy hundido en cieno profundo, donde no puedo hacer pie; He venido a abismos de aguas, y la corriente me ha anegado.” Pero lo que representa lo que Él temía, era fallar, y ser mentalmente aplastado, en esta gran prueba: versículos 14 y 15. ” Sácame del lodo, y no sea yo sumergido; Sea yo libertado de los que me aborrecen, y de lo profundo de las aguas. No me anegue la corriente de las aguas, Ni me trague el abismo, Ni el pozo cierre sobre mí su boca.” Y también en el salmo 22, que también representa la oración que Cristo hizo en su terrible dolor y sufrimiento, versículos, 19,20,21. “Mas tú, Jehová, no te alejes; Fortaleza mía, apresúrate a socorrerme. Libra de la espada mi alma, Del poder del perro mi vida. Sálvame de la boca del león, Y líbrame de los cuernos de los búfalos.“ Era de esperarse y conveniente que Cristo, cuando iba a enfrentarse al terrible conflicto, buscara intensamente la ayuda de Dios para capacitarlo a hacer su voluntad; porque necesitaba la ayuda de Dios, la fuerza de su naturaleza humana, sin la ayuda divina, no era suficiente para llevarlo a través. Esto era, sin duda en lo que el primer Adán falló en su primera prueba, que cuando vino la prueba él no fue sensible de su propia debilidad y dependencia, si lo hubiera sido, y se hubiera apoyado en Dios, y hubiera clamado por su intervención y a fuerza contra la tentación, seguramente todavía seriamos inocentes y felices criaturas hasta este día.

2. Implica una petición que la voluntad de Dios y su propósito fueran obtenidos en los efectos y frutos de sus sufrimientos, para gloria de su Nombre, ese era su diseño en ellos; y particularmente en la gloria de su gracia, en la salvación eterna y felicidad de su elección. Esto es confirmado por Juan 12:27,28. “Ahora está turbada mi alma; ¿y qué diré? ¿Padre, sálvame de esta hora? Mas para esto he llegado a esta hora. Padre, glorifica tu nombre. Entonces vino una voz del cielo: Lo he glorificado, y lo glorificaré otra vez.” Ahí la primera petición es la misma con la primera petición de Cristo aquí en la turbación; “Ahora está turbada mi alma; ¿y qué diré? ¿Padre, sálvame de esta hora? Mas para esto he llegado a esta hora.” Primero ora, como lo hace aquí, que fuera librado de sus últimos sufrimientos. Luego, después estuvo determinado en si mismo que la voluntad de Dios debía ser antes que, no fuera salvado de esa hora, “mas para esto,” dice, “he llegado a esta hora;” y luego su segunda petición después de esta, “ ¡Padre, glorifica tu nombre!” Así que esto es lo que quiere dar a entender la segunda petición en su agonía, cuando ora que la voluntad de Dios sea hecha. Es que la voluntad de Dios fuera hecha en esa gloria a su propio Nombre lo que tenía intención en los efectos y frutos de sus sufrimientos, que viendo que era su voluntad que debía sufrir, ora intensamente que lo último de sus sufrimientos, en la gloria de Dios y la salvación del elegido, no fallara. Y esto era por lo que Cristo tan intensamente luchaba con Dios en su oración, de lo que tenemos cuenta en el texto, y no tenemos razón para pensar que no estaban expresadas en la oración así como implícitas. No es razonable suponer que el evangelista en sus otras narraciones menciona todas las palabras de Cristo en su oración. Solo menciona la sustancia.


3. ¿En qué capacidad Cristo ofrece esas intensas oraciones a Dios en su agonía?

Para responder esta pregunta, observo que no las ofrece como una persona individual, sino como Sumosacerdote. El apóstol habla de su gran clamor y lágrimas, lo que Cristo ofreció como Sumosacerdote. Hebreos 5:6-7. “Como también dice en otro lugar: Tú eres sacerdote para siempre, Según el orden de Melquisedec. Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas,” etc. Esto que Cristo oró en ese gran clamor, no eran de naturaleza privada, sino que le concernía a toda la iglesia de la que Él era el Sumo sacerdote. Que la voluntad de Dios fuera hecha en su obediencia hasta la muerte, que esta fuerza y coraje no fallara, sino que pudiera aguantar, era concerniente a todos; porque, si hubiera fallado, todos hubiéramos fallado y perecido para siempre. Y por supuesto, que el nombre de Dios fuera glorificado con los efectos y frutos de sus sufrimientos, y en la salvación y gloria de todos sus elegidos, era concerniente a todos. Cristo ofreció este intenso clamor con su carne del mismo modo que los sacerdotes de la antigüedad ofrecían oraciones con sus sacrificios. Cristo mezcló gran clamor con lágrimas y su sangre, y ofreció su sangre y sus oraciones juntas, para que el efecto y el éxito de su sangre fuera obtenido. Esas intensas y agonizantes oraciones fueron ofrecidas con su sangre, y su infinitamente preciosa sangre llena de mérito fue ofrecida con sus oraciones.


4. ¿Por qué Cristo insistía tanto en esas suplicas?

Lucas habla de ellas como muy intensas; el apóstol habla de ellas como intenso clamor; y su agonía en parte consistía en esta intensidad: y lo que cuenta Lucas, parece implicar que su sudor de sangre era parte de la gran labor e intensidad de su alma al luchar con Dios en oración. Había tres cosas que ocurrían en ese tiempo, especialmente para causar a Cristo que se esforzara y se comprometiera así.

1. Tenía entonces un sentido extraordinario de lo terrible que serían las consecuencias, si la voluntad de Dios no hubiera sido hecha. Tenía un sentido extraordinario de su último sufrimiento bajo la ira de Dios, y si hubiera fallado en esos sufrimientos, sabía que la consecuencia sería terrible. Teniendo ese extraordinario sentido de lo terrible de la ira de Dios, su amor hacia los elegidos lo hizo esforzarse más de lo ordinario para que fueran librados de sufrir esa ira por toda la eternidad, lo que no hubiera sido si hubiera fallado en hacer la voluntad de Dios, o si la voluntad de Dios en el efecto de su sufrimiento hubiera fallado.



2. No hay por qué sorprenderse que el sentido extraordinario que Cristo tuvo del costo de la salvación de los pecadores, lo hizo esforzarse para el éxito de ese propósito, como han escuchado.



3. Cristo tuvo un sentido extraordinario de su dependencia de Dios, y de la necesidad de su ayuda para capacitarlo de hacer la voluntad de Dios en esta gran prueba. Aunque era inocente, aun así necesitaba ayuda Divina. Era dependiente de Dios, como hombre, y por eso leemos que confió en Dios. Mateo 27:43 “Confió en Dios; líbrele ahora si le quiere; porque ha dicho: Soy Hijo de Dios.” Y cuando pudo ver lo terrible de la ira que iba a sufrir, vio que tan lejos estaba de la fuerza humana.


5. ¿Cuál fue el éxito de esta oración de Cristo?

A esta respuesta, obtuvo todas sus peticiones. El apóstol dice, “fue oído a causa de su temor reverente;” a todo lo temía. Obtuvo fuerza y ayuda de Dios, todo lo que necesitaba, fue llevado a través. Fue capacitado para hacer y para sufrir toda la voluntad de Dios; y obtuvo todo hasta el fin de sus sufrimientos—una expiación completa por los pecados de todo el mundo, y la salvación completa para todos los que le fueron dados en el pacto de la redención, y toda la gloria al nombre de Dios, que su mediación estaba diseñada para completar, ni una jota ni una tilde falló. Por eso la agonía de Cristo es más que todas el tipo de Jacob, en su lucha con Dios por la bendición; que hizo Jacob, no como una persona privada, sino como la cabeza de su posteridad, la nación de Israel, y por la que obtuvo la recomendación de Dios, “ como el príncipe que tiene poder con Dios;” y por eso es un tipo del que es Príncipe de Príncipes.


APLICACIÓN

Puede haber gran mejoramiento de la consideración del gran clamor y lágrimas de Cristo en los días de su carne, de muchas maneras para nuestro beneficio.

1. Esto nos puede enseñar de qué manera debemos orar a Dios, no de una manera fría y sin cuidado, sino con gran intensidad y comprometimiento de espíritu, y especialmente cuando estamos orando a Dios por esas cosas que son de importancia infinita, como bendiciones espirituales y eternas. Esos fueron los beneficios por los que Cristo oraba con gran clamor y lágrimas, que fuera capacitado para hacer la voluntad de Dios en ese gran y arduo trabajo que Dios le había encomendado, que no se hundiera y fallara, sino que obtuviera la victoria, y que fuera libertado de la muerte, y que la voluntad de Dios y el final fueran obtenidos como el fruto de sus sufrimientos, en la gloria de Dios, y la salvación de los elegidos.

Cuando vamos ante Dios en oración, con un corazón frio y duro, y de una manera seca y descuidada oramos por bendiciones eternas, y por esas de mayor importancia para nuestras almas, debemos pensar en esa intensa oración de Cristo que derramó a Dios, con lágrimas y sudor de sangre. La consideración de eso nos puede hacer avergonzarnos de nuestras oraciones secas sin vida hacia Dios, donde, en verdad, estamos obteniendo una negación de ser escuchados; porque lo que decimos de esa manera de orar a Dios, es, que el beneficio por el que oramos a Dios no es de gran importancia, que somos indiferentes si Dios nos contesta o no. El ejemplo de Jacob peleando con Dios por la bendición, nos debe de enseñar la intensidad en nuestras oraciones, pero más especialmente el ejemplo de Jesucristo, que luchó con Dios mientras sudaba sangre. Si fuéramos sensibles como Cristo de lo importante de esos beneficios de consecuencias eternas, nuestras oraciones a Dios de esos beneficios serían de otra forma a la que es ahora. Nuestras almas también estarían trabajando y esforzándose intensamente en esta tarea.



Hay muchos beneficios que le pedimos a Dios en nuestras oraciones, y cada uno es de tan gran importancia para nosotros como los beneficios que Cristo le pidió a Dios en su agonía. Es de gran importancia para nosotros que seamos capacitados para hacer la voluntad de Dios, y podamos tener una sincera, universal, y perseverante obediencia a sus mandamientos, como lo era para Cristo que no fallara en hacer la voluntad de Dios en su gran labor. Es de tan gran importancia para nosotros salvarnos de la muerte, como lo fue para Cristo que fuera victorioso sobre la muerte, y ser salvado de ella. Es de tan gran importancia, e infinitamente mucho más para nosotros, que la redención de Cristo fuera exitosa en nosotros, como lo fue para él que la voluntad de Dios fuera echa, en los frutos y el éxito de su redención.

Cristo recomendó que sus discípulos velaran y oraran, por oración y ejemplo, al mismo tiempo. Cuando Cristo estaba en su agonía, y regresando encontró a sus discípulos dormidos, les dijo velen y oren, Mateo 26:41 “Velad y orad, que no entréis en tentación: el espíritu esta dispuesto pero a carne es débil.” Al mismo tiempo les dio un ejemplo de lo que les estaba mandando, porque ellos dormían y Él velaba, y derramó su alma en esas intensas oraciones de las que han oído; y Cristo nos ha enseñado a pedir por esas bendiciones de Dios que son de infinita importancia, y también de esas que no serán negadas. Tenemos otro ejemplo de los grandes conflictos y el compromiso del espíritu de Cristo en su trabajo. Lucas 6:12 “En aquellos días Él fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios.” Y frecuentemente recomendaba intensidad en clamar a Dios en las oraciones. En la parábola del juez injusto, Lucas 18 al principio; También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar, diciendo: Había en una ciudad un juez, que ni temía a Dios, ni respetaba a hombre. Había también en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él, diciendo: Hazme justicia de mi adversario. Y él no quiso por algún tiempo; pero después de esto dijo dentro de sí: Aunque ni temo a Dios, ni tengo respeto a hombre, sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de continuo, me agote la paciencia. Y dijo el Señor: Oíd lo que dijo el juez injusto. Lucas 11:5, etc. “Les dijo también: ¿Quién de vosotros que tenga un amigo, va a él a medianoche y le dice: Amigo, préstame tres panes, porque un amigo mío ha venido a mí de viaje, y no tengo qué ponerle delante; y aquél, respondiendo desde adentro, le dice: No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis niños están conmigo en cama; no puedo levantarme, y dártelos? Os digo, que aunque no se levante a dárselos por ser su amigo, sin embargo por su importunidad se levantará y le dará todo lo que necesite.” Les enseñó en su forma de responder la oración, como en su respuesta a la mujer de Canaán, Mateo 15:22, etc. “Y he aquí una mujer cananea que había salido de aquella región clamaba, diciéndole: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí! Mi hija es gravemente atormentada por un demonio. Pero Jesús no le respondió palabra. Entonces acercándose sus discípulos, le rogaron, diciendo: Despídela, pues da voces tras nosotros. El respondiendo, dijo: No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Entonces ella vino y se postró ante Él, diciendo: ¡Señor, socórreme! Respondiendo él, dijo: No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos. Y ella dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos. Entonces respondiendo Jesús, dijo: Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres. Y su hija fue sanada desde aquella hora.” Y como Cristo , como lo he mencionado en algunos textos de la Escritura, tenemos la orden de agonizar en nuestras oraciones hacia Dios.

2. La intensidad de sus oraciones y el gran clamor de Cristo al Padre en su agonía, muestra el gran amor que tiene hacia los pecadores. Porque como ha sido mostrado este intenso clamor de Jesucristo fue lo que ofreció como una persona pública, en su capacidad como Sumosacerdote, y en representación de aquellos de los que era su sacerdote. Cuando ofreció su sacrificio por los pecadores que había amado desde la eternidad, además ofreció sus intensas oraciones. Su intenso clamor, sus lágrimas, y su sangre, todo fue ofrecido junto a Dios, y todo fue ofrecido con el mismo propósito, para la gloria de Dios en la salvación de los elegidos. Fueron ofrecidos por las mismas personas, por su pueblo. Por ellos derramó su sangre y su sudor de sangre, cuando cayó en cuágulos al suelo; y por ellos clamó intensamente a Dios al mismo tiempo. Debía ser que la voluntad de Dios fuera hecha en el éxito de sus sufrimientos, en el éxito de esa sangre, en la salvación de aquellos por los que la sangre había sido derramada, y por eso su intenso clamor muestra su gran amor; muestra que tanto deseaba la salvación de los pecadores. Clamó a Dios que no se hundiera y fallara bajo esa grande presión, porque si lo hacía, los pecadores no podrían ser salvados, todos hubieran perecido. Oró que pudiera obtener la victoria sobre la muerte, porque si no la obtenía, su pueblo nunca tendría victoria, y no pueden conquistar de otra forma que con Su conquista. Si el Capitán de nuestra salvación no hubiera conquistado en su amargo conflicto, ninguno de nosotros podría conquistar, sino que todos hubiéramos perecido con Él. Clamó a Dios que fuera salvado de la muerte, y si no hubiera sido salvado de la muerte en su resurrección, ninguno de nosotros podría ser salvado de la muerte. Fue un gran espectáculo ver a Cristo en ese conflicto que estuvo en su agonía, pero todo eso fue por amor, ese gran amor que había en su corazón. Las lágrimas que salieron de sus ojos fueron de amor; su sudor fue de amor; su sangre, el postrarse al suelo ante el Padre, fue por amor; su gran clamor a Dios fue por la fuerza y el ardor de su amor. Se ve como un principio que el verdadero amor y buenas intenciones se muestre en hermanos uno hacia el otro, orando de corazón unos por otros; y es uno el modo que Cristo nos manda a mostrar amor por nuestros enemigos, incluso orar por ellos. Mateo 5:44 “Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen;” ¿pero ha habido una oración que haya mostrado el amor hacia los enemigos en tal grado, como ese intenso clamor y lágrimas del Hijo de Dios por el éxito de su sangre en la salvación de sus enemigos; la lucha y conflicto del alma del que en su oración fue tanta para producirle agonía y sudor de sangre?

3. Si Cristo se esforzó tanto en su oración a Dios, para que sus sufrimientos obtuvieran la salvación de los pecadores, ¡qué tanto deben esos pecadores ser reprobados que no buscan intensamente su salvación! Si Cristo ofreció ese intenso clamor por los pecadores como su Sumosacerdote, que compró su salvación, que no necesitaba a los pecadores, que hubiera sido feliz por toda la eternidad sin ellos, y que no iba a ser más feliz por ellos; ¡qué grande es el aturdimiento de los pecadores que buscan su propia salvación de una manera tonta y vacía; que se contentan con la asistencia formal de los deberes religiosos, con su corazón en ese tiempo más preocupado por otras cosas! Por un tiempo ellos atienden a esa tarea de oración social, en vez de que oraran a Dios que tuviera misericordia de ellos y los salvara; ¡pero de que apática forma lo hacen! No proponen sus corazones para ser sabios, ni alzan su voz por entendimiento; no la buscan como a la plata, ni la buscan como tesoros escondidos. Los clamores intensos de Cristo en su agonía nos pueden convencer de que no insistía en eso sin razón alguna, en Lucas 13:24 que debemos esforzarnos por el camino estrecho, que, que como les he mostrado, es en el original, Agwnizesqe, “Agonizar para entrar por el camino estrecho.” Si los pecadores tuvieran esperanza de obtener su salvación, agonizarían por esa preocupación como hombres que toman una ciudad con violencia, como en Mateo 11:12 “Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan.” ¡Cuando un cuerpo de soldados intentan tomar una ciudad fortificada con la que se topan con gran oposición, qué violentos conflictos suceden antes de que la ciudad sea tomada! ¡Cómo presionan los soldados en contra de los mismos cañones del enemigo, y en contra de las puntas de sus espadas! ¡Cuando los soldados están escalando las murallas, y haciendo su primer entrada en la ciudad, qué lucha tan violenta hay entre ellos y sus enemigos que luchan para mantenerlos afuera! ¡Cómo agonizan con toda su fuerza! Así debemos buscar nuestra salvación, si queremos obtenerla. ¡Qué grande es la locura entonces de los que se contentan en buscar con un espíritu frío y apático, y lo hacen mes a mes, y año en año, y se dicen a sí mismos que serán exitosos!

¡Mucho más serán reprobados, que no están en el camino para buscar su salvación, sino que manejan con negligencia sus preciosas almas, y atienden a los deberes religiosos lo suficientemente necesario para tener crédito delante de los hombres; en lugar de presionar para entrar en el reino de Dios, por el contrario están presionando violentamente hacia su propia destrucción y ruina, siendo apresurados por sus propios deseos, como el hato de cerdos fue apresurado por una legión de demonios, y cayeron violentamente hacia un barranco, y perecieron en el agua! Mateo 8:32

4. De lo que ha sido dicho de este punto, podemos aprender de que manera los cristianos deben ir a través del trabajo que está delante de ellos. Cristo tenía una gran tarea ante Él cuando eso pasó, de lo que tenemos escrito en el texto. Aunque estaba muy cerca del final de su vida, aun así, cuando inició su agonía, tenía la principal parte de su trabajo a la que había venido al mundo; que era ofrecer el sacrificio que ofreció en sus últimos sufrimientos, y así completar el mayor acto de su obediencia a Dios. Y así mismo los cristianos tiene un gran trabajo que hacer, un servicio que deben cumplir a Dios, que es de gran dificultad. Tiene una carrera por delante que hay que correr, una guerra que se les encomienda. Cristo fue sujeto a una gran prueba en el tiempo de su agonía; así Dios ejercitará a su pueblo con grandes pruebas. Cristo se encontró con gran oposición en esa tarea que tenía que hacer; así los creyentes se van a encontrar con gran oposición al correr la carrera delante de ellos. Cristo, como hombre, tenía una naturaleza frágil, que era en sí misma insuficiente para sostener tal conflicto, o para soportar esa carga que venía hacia Él. También los santos tienen la misma débil naturaleza humana, y además, una gran inclinación al pecado que Cristo no tenía, que los deja en una gran desventaja, y grandemente dificulta su trabajo. Esa gran tribulación y dificultades que Cristo tuvo, era la manera en que iba a entrar al reino de los cielos; así sus seguidores deben esperar, “a través de grandes tribulaciones entrar al reino de los cielos.” La cruz fue para Cristo el camino hacia la corona de gloria, y también lo es para sus discípulos. Las circunstancias de Cristo y sus seguidores en ese aspecto son iguales, su caso, por lo tanto, es el mismo; y por eso el comportamiento de Cristo bajo esas circunstancias, fue un ejemplo para ellos a seguir. Deben ver a su Capitán, y observar de que manera pasó a través de su gran tarea, y la gran tribulación que soportó. Deben observar de qué forma entró al reino de los cielos, y obtuvo la corona de gloria, y así ellos también deben correr la carrera puesta delante de ellos. “y estando rodeados por una gran nube de testigos, despojémonos de todo peso, y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera puesta delante de nosotros. Puestos los ojos en Jesus, el autor y consumador de la fe; quien por el gozo puesto delante de él, soportó la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.” Particularmente,



(1.) cuando otros están durmiendo deberían estar despiertos, como fue con Cristo. El tiempo de la agonía de Cristo fue en la noche, el tiempo donde las personas acostumbran dormir: fue el tiempo donde los discípulos de Cristo estaban dormidos; pero Cristo tenía que hacer otra cosa diferente a dormir; tenía una labor que hacer; se quedo despierto, con su corazón comprometido por su tarea. Así debe ser con los que creen en Cristo; cuando el alma de sus vecinos esta adormecida en sus pecados, y bajo el poder de una insensibilidad letárgica y pereza, deben velar y orar, y mantener un sentido vivido de la importancia de sus preocupaciones espirituales. 1 Tesalonicenses 5:6 “Por tanto, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios.”

(2.) Deben de ir a través de su trabajo con intenso labor, como lo hizo Cristo. El tiempo donde otros dormían fue el tiempo cuando Cristo estaba en su gran tarea, y estaba comprometido en ella con todas sus fuerzas, agonizando en ella; luchando y peleando, en llanto, y en sangre. Así los cristianos con todas sus fuerzas deben mejorar su tiempo con las almas comprometidos en este trabajo, empujando a través de la oposición con que se encuentren, empujando a través de todas las dificultades y sufrimientos que haya en el camino, corriendo con paciencia la carrera puesta delante de ellos, luchando con los enemigos de su alma con todas sus fuerzas; como esos que no luchan contra carne ni sangre, sino contra principados y potestades, y los gobernadores de las tinieblas de este siglo, y con las huestes celestiales en los cielos.

(3.) Esta labor y esfuerzo deben ser, que Dios sea glorificado, y su propia felicidad eterna será obtenida en hacer la voluntad de Dios. Así fue con Cristo: por lo que luchó tan intensamente fue, que pudiera hacer la voluntad de Dios, que pudiera guardar su mandamiento, su difícil mandamiento, sin fallar en ello, y que de esta manera la voluntad de Dios fuera echa, en esa gloria de su eterno gran nombre, y en la salvación de los elegidos que pretendía con sus sufrimientos. Aquí hay un ejemplo para los santos en esta lucha, carrera y guerra santas, que Dios les ha designado; deben esforzarse por hacer la voluntad de su Padre celestial, que puedan, como lo expresa el apóstol, Romanos 12:2 “comprobar cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta,” y que de esta forma pueden glorificar a Dios, y puedan al final ser felices por siempre en el gozo de Dios.

(4.) En todo el gran trabajo que tienen que hacer, sus ojos deben de mirar hacia Dios por su ayuda para capacitarlos para vencer. Así lo hizo Jesucristo hombre: se esforzó en su labor hasta una agonía y sudor de sangre. ¿Pero cómo se esforzó? No fue en su propia fuerza, sino su vista estaba hacia Dios, Él clama hacia Dios por su ayuda y fuerza para sostenerlo, que no falle; el veló y oró, como deseaba que sus discípulos lo hicieran; luchó con sus enemigos y con sus grandes sufrimientos, pero al mismo tiempo luchó con Dios para obtener su ayuda, para capacitarlo para obtener la victoria. Así los cristianos deben usar la fuerza en su vida cristiana lo más que puedan, pero no dependiendo de sus propias fuerzas, sino clamando a Dios por su fortaleza para hacerlos conquistadores.

(5.) De esta forma deben aguantar hasta el final como lo hizo Cristo. Cristo fue exitoso en esta forma, y obtuvo la victoria, ganó el premio; venció, y está sentado con su Padre en su trono. Así los cristianos deben perseverar y mantenerse en su trabajo hasta el final; deben correr su carrera hasta que hayan llegado hasta el final de ella; deben de tener fe hasta la muerte como lo hizo Cristo; y después, cuando hayan vencido, podrán sentarse son Él en su trono. Apocalipsis 3:21 “Al que venciere yo le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me sentado con mi Padre en su trono”

5. Por lo tanto cargados y angustiados pecadores, si hay alguno aquí presente, están invitados para venir a Cristo por salvación. Aquí hay una gran invitación para los pecadores para venir a su sumo sacerdote que ofreció gran clamor y lágrimas con su sangre, para el éxito de sus sufrimientos en la salvación de los pecadores. Porque,

1. Les aseguro que Cristo está listo para aceptar los pecadores, y otorgarles salvación; porque esos grandes clamores que ofreció como nuestro Sumosacerdote, muestra que tan intensamente deseoso estaba por ello. ¿Si no quisiera que los pecadores se salvaran, siendo indignos de ello, entonces por qué habría luchado con Dios por ello con ese sudor de sangre? ¿Por qué alguien habría de clamar tan intensamente a Dios con ese tipo de clamor, con tan grande esfuerzo y afán, por algo que no quería que Dios otorgara? No, sino que esto muestra en que grado su corazón estaba preocupado por el éxito de su redención; y por eso como hizo esas intensas oraciones, estará seguramente listo para otorgarla sobre ellos, si vienen a Él por ella; de otra manera frustraría su propio diseño; y Áquel que clamó tan intensamente a Dios que su diseño no fuera frustrado, no lo frustraría Él mismo.

2. Aquí está la más grande seguridad que Dios está listo para aceptar aquellos que vengan por misericordia a través de Cristo, porque esto es por lo que Cristo oraba en esas intensas oraciones, sus oraciones siempre eran escuchadas, como Cristo dice, Juan 11:42 “yo sabía que siempre me escuchas.” Y especialmente se puede concluir, que fue oído tu gran Sumosacerdote en ese intenso clamor que ofreció con su sangre, y especialmente en lo siguiente.

(1.) Fueron las oraciones más intensas que jamás hayan sido hechas. Jacob se esforzó mucho cuando luchó con Dios; y muchos otros han luchado con Dios con muchas lágrimas; si, sin duda, muchos santos han luchado con Dios con tanta labor interna y esfuerzo como para producir efectos poderosos en el cuerpo. Pero tan fervoroso fue Cristo, tan fuerte fue la labor y la urgencia de su corazón, que clamó a Dios en sudor de sangre; para que si algún esfuerzo e importunidad hayan prevalecido con Dios, podamos concluir que eso prevaleció.

(2.) Ese que oró fue la persona más digna que jamás hizo una oración. Era más digno que cualquier hombre o ángel en la presencia de Dios, de acuerdo con su herencia Él tenia un nombre más excelente que ellos; porque Él era el Hijo unigénito de Dios, infinitamente amado, el Hijo en el que declaró otra vez que estaba su complacencia. Estaba infinitamente cerca y querido de Dios, y Él tenía diez mil veces más dignidad que todos los hombres y ángeles juntos. ¿Y podemos suponer que cualquier otra persona más que Él podría haber sido escuchada cuando clamó a Dios con tal fervor? ¿Pudo Jacob, un pobre pecador, cuando luchó con Dios, obtener el nombre de Israel, y ese elogio, que como príncipe tuvo poder con Dios, y prevaleció? ¿Y Elías, que era un hombre sujeto a pasiones como las nuestras, cuando oró, intensamente prevaleció en Dios para hacer tales milagros? ¿Y el unigénito Hijo de Dios no podría, cuando luchó con Dios en lágrimas y sangre, prevalecer y que le dieran su petición?

Seguramente no hay cabida para suponer tal cosa; y por eso, no se puede dudar que Dios otorgara salvación para aquellos que crean en Él, en su petición.

(3.) Cristo ofreció estas intensas oraciones con la mejor excusa por una respuesta que jamás haya sido hecha a Dios, su propia sangre; que era equivalente por lo que Él estaba pidiendo. No solo ofreció intenso clamor, sino que lo ofreció con el precio suficiente para comprar el beneficio que estaba pidiendo.

(4.) Cristo ofreció este precio y ese intenso clamor juntos; porque al mismo tiempo que estaba derramando estas fervorosas peticiones para el éxito de su redención en la salvación de los pecadores, también derramó Su sangre. Su sangre cayó al suelo al mismo tiempo que su clamor subía al cielo. Vamos angustiados y preocupados pecadores, que están listos para dudar de la eficacia de la intercesión de Cristo por esas criaturas indignas, y para cuestionar el que Dios los acepte por el amor de Cristo, a considerar estas cosas. Vayan al jardín donde Cristo estuvo en agonía, y donde clamó a Dios con tanta intensidad, y donde su sudor era, grandes gotas de sangre, y veamos que conclusión se puede sacar de esa escena.

6. Los piadosos pueden estar tranquilos en esto, que Cristo como su Sumosacerdote ofreció ese gran clamor a Dios. Ustedes que tienen buena evidencia de que creen en Cristo, y sus verdaderos seguidores y sirvientes, estén tranquilos en esto, que Jesucristo es su Sumosacerdote, que esa sangre que Cristo derramó en su agonía, cayó a tierra por ustedes, y que este intenso clamor fue hecho a Dios por ustedes, para que el éxito de su trabajo y sufrimientos en todo el bien que necesitan en este mundo, y su eterna felicidad en el mundo viniera. Esto sea un consuelo en todas sus pérdidas, y bajo todas las dificultades, que animen su fe, y fortalezcan su esperanza, y que les cause gran gozo. Si estuvieran bajo cualquier dificultad, sería un gran consuelo tener las oraciones de algún hombre que ustedes vean como un hombre de eminente piedad, y uno que tuviera gran interés en el trono de gracia, y especialmente si supieran que está intensamente y grandemente comprometido en orar por ustedes. ¡Pero que tanto más serían consolados, que tuvieran interés en las oraciones y clamores del unigénito e infinitamente digno Hijo de Dios, y que estuviera tan ferviente en orar por ustedes, como lo han oído!

7. Por lo tanto podemos aprender que tan fervorosos los cristianos deben ser en sus oraciones y esfuerzos por la salvación de otros. Los cristianos son los seguidores de Cristo, y deben de seguirlo en esto. Vemos de lo que hemos oído, en que grande labor estuvo el alma de Cristo por la salvación de otros, y que grande e intenso clamor a Dios acompañó su trabajo. Aquí nos dejó un ejemplo. También ha dejado un ejemplo en sus ministros, que deben como compañeros de trabajo con Cristo tener como dolores de parto, hasta que Cristo sea formado en ti. Gal 4:19 “Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado en vosotros.” Deben de estar dispuestos a gastar y a ser gastados por ellos. No solo deben trabajar con ellos, y orar intensamente por ellos, sino también, si lo requiere la ocasión, estar listos a sufrir por ellos, y gastar no solo su fuerza, sino su sangre por ellos. 2 Cor. 12:15 “Y yo con el mayor placer gastaré lo mío, y aun yo mismo me gastaré del todo por amor de vuestras almas, aunque amándoos más, sea amado menos.” Aquí hay un ejemplo para los padres, mostrándoles como deben trabajar y clamar a Dios por el bien espiritual de sus hijos. ¿Ves como Cristo trabajó y se esforzó y clamó a Dios por la salvación de sus hijos espirituales; y tu no vas a intensamente buscar y clamar a Dios por tus hijos naturales?

Aquí hay un ejemplo para los vecinos uno hacia otro como deben buscar y clamar a Dios por el bien del alma del otro, porque este es el mandamiento de Cristo, que se amen unos a otros como Cristo los amó. Juan 15:12. Aquí hay un ejemplo para nosotros, mostrándonos como debemos buscar y orar intensamente por el bien espiritual y eterno de nuestros enemigos, porque Cristo hizo esto por todos sus enemigos, y cuando algunos de esos enemigos en ese instante planeando su muerte, y ocupadamente ideando saciar su malicia y crueldad, en sus tormentos más extremos, y su más vergonzosa destrucción.


por Jonathan Edwards

http://descubriendoelevangelio.es/2010/04/la-agonia-de-cristo-jonathan-edwards/

1 comentario:

  1. Gloria, tal vez no comparta la misma idea religiosa, en parte por mis padres que eran musulmanes, y en parte por mí, por otras cuestiones personales. Sin embargo, soy un gran creyente y admiro a los que creen, por eso me gustó tu espacio, al que llegué a través de tu comentario en el mío.
    Voy a seguirte.
    Un beso.
    Humberto.

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