De donde vienen las guerras y los pleitos entrevosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cualescombaten en vuestros miembros? (Santiago 4: 1)
Punto de vista bíblico de guerra
Debemos considerar primero lo que podriamos llamarel punto de vista bíblico de la guerra. La guerra en sí no es pecado, sino consecuencia del mismo, o podríamosdecir que la guerra es una de las expresionesdel pecado. En verdad, desde el punto de vista de una teodicea tal distinción no tiene mucho peso, pues elargumento no se altera. La Biblia busca la causa original de la guerra. Es verdad que no ignora totalmentelos distintos factores políticos, sociales, económicos y psicológicos que tanto se propugnan. De acuerdo a suenseñanza estas cosas no son más que las causas inmediatas,los agentes que se emplean. La cosa en sí esmucho más profunda. Como nos recuerda Santiago, lacausa primordial de la guerra es codicia y deseo desmedido,esa falta de contentamiento que es parte denosotros como resultado del pecado, ese ansia por aquelloque es ilicito y por lo que no podemos obtener. Sedemuestra en muchas maneras, tanto en la vida personale individual como en la de las naciones. Es la causabásica de robo, hurto, celos, envidias, orgullo, odio,infidelidad y divorcio. Del mismo modo lleva a peleas y contiendas personales y también a guerras entre naciones.La Biblia no aisla la guerra como algo separado,singular, y totalmente aparte como tendemos a hacernosotros en nuestra mente. Es sólo una de las manifestaciones del pecado, una de sus consecuencias. En mayor escala quizá, y en forma más terrible, pero en esencia, precisamente lo mismo que todos los otros efectos y consecuencias del pecado. Alguien puede argumentarque debe haber una diferencia esencial por las vidas que se pierden en una guerra. La respuesta es que, si bien la Biblia considera a la vida como sagrada,y nos prohibe quitarla para satisfacer un espíritu decodicia o de venganza, al mismo tiempo enseña que,de parte de Dios, el alma es infinitamente más importanteque la vida del cuerpo.Dios no se interesa de que nuestras vidas sean perpetuadasy prolongadas aquí en la tierra por cierta cantidad adicional de años sino de que entremos en una correcta relación con El y vivamos vidas que glorifiquen su santo nombre.
Nosotros damos tanta importancianal tiempo y a la cantidad de años que tendemos a olvidar que lo que cuenta en última instancia es lacalidad de vida La guerra, entonces, es consecuencia yefecto de pecado al igual que otros efectos y consecuencias.El pecado siempre trae sufrimiento, miseria yvergüenza, ya sea en fonna espectacular o no. Nosotrostendemos a preocupamos cuando el principio semanifiesta en forma grosera o en grande escala. Loignoramos o no lo vemos en su verdadera esencia quees lo que realmente importa.Pedirle a Dios que prohiba o prevenga la guerra,por tanto, es pedirle que prohiba una consecuenciaparticular del pecado. O si tomamos la posición deque la guerra en sí es pecado, es pedirle a Dios queprohiba un pecado en particular. Nuevamente vemosaquí tanto el egoísmo que está involucrado en tal peticióny también el insulto que es para Dios. Por seresta forma particular de pecado, o consecuencia delpecado, especialmente dolorosa y difícil para nosotros,le pedimos a Dios que lo prohiba. No nos preocupamosen absoluto por la santidad de Dios, ni porel pecado como tal. Si nos preocupáramos, le pediríamosque prohiba todo pecado y restrinja toda iniquidad.Le pediríamos que prohiba la ebriedad, laespeculación y el juego, la inmoralidad y el vicio, elquebrantamiento del día de reposo y todos los otrospecados de que los hombres disfrutan tanto. Pero sialguien se atreviera a sugerir esto, se registraría deinmediato a gran voz una protesta fuerte en el nombrede la libertad. Nos jactamos de nuestra libre voluntady desechamos toda sugerencia o enseñanza de queDios de alguna manera interfiera con eso. Sin embargo,cuando como resultado del ejercicio de esa libertadnos enfrentamos con los horrores, problemas ysufrimientos de una guerra, ¡como niños malcriadosgritamos nuestras protestas y nos quejamos amargamentecontra Dios porque no ha utilizado su granpoder para prevenirla por la fuerza! Dios, en su infinitay eterna sabiduría, ha decidido no prohibir el pecadoni restringir totalmente las consecuencias delmismo. La guerra no es un problema espiritual y religiosoaislado y separado. Es una parte y una expresiondel gran problema central del pecado.
Dios permite la guerra
La enseñanza bíblica avanza más allá de este puntoy da razones que son más positivas aún para explicar elhecho de que Dios permite la guerra. Nos limitaremosa enumerarlos:
l. Es evidente que Dios permite la guerra para quelos hombres sufran las consecuencias de su pecadocomo castigo. Esta es una ley fundamental que se expresaen palabras tales como "todo lo que el hombresembrare, eso también segará" (Gá. 6:7). El castigo nosólo está relegado a la vida venidera. Aquí en estemundo, en esta vida, sufrimos algo del castigo pornuestros pecados. jVez tras vez esto se· ve claramenteen la historia de los hijos de Israel! Desobedecieron aDios y se mofaron de sus santas leyes. Por un tiempotodo iba bien, luego comenzaron a sufrir. Dios les quitósu protección y quedaron a la merced de sus enemigosquienes los atacaron y saquearon. En verdad, alprincipio y como resultado del primer pecado y transgresión,encontramos que Dios ordenó y decretó uncastigo. Dios dijo: "Maldita será la tierra por tu causa;con dolor comerás de ella todos los días de tu vida"(Gn.3:17).Toda consecuencia dolorosa del pecado es parte delcastigo que conlleva. Alguien puede objetar esto y preguntar."¿Por qué sufren los inocentes?" No podemosdar aquí una respuesta exhaustiva pero en esencia esdoble. Primero, no hay persona alguna que sea inocente,como ya hemos visto. Todos somos pecadores. Además,es evidente que tenemos que cosechar lasconsecuencias no sólo de nuestro pecado personal sinode los pecados de la raza entera, y en menor escala, lospecados de nuestro país o grupo particular. A la vezsomos individuos y miembros del país donde vivimos,y de la raza entera. El evangelio nos salva como individuos pero eso no significa que dejamos de ser miembrosdel estado, y parte esencial de la raza humanaentera. Compartimos el mismo sol y la misma lluviaque otras personas, y estamos expuestos a las mismasenfermedades y flaquezas. Sufrimos las mismas pruebasde depresión económica y otras causas de tristezaincluyendo la guerra. De modo que los inocentes tienenque soportar su parte del castigo por los pecadosde que no son directamente responsables.
2. Además, pareciera que Dios permite la guerrapara que los hombres vean más claramente que nuncaa través de ella, lo que en realidad es el pecado. Entiempos de paz tendemos a pensar livianamente delpecado y sostener posiciones optimistas acerca de lanaturaleza humana. La guerra revela lo que es el hombrey las posibilidades que hay dentro de su naturalezacaída. La Segunda Guerra Mundial destrozó el enfoqueoptimista del hombre que había dominado por tantosanos, y reveló algo del pecado esencial de la naturalezahumana. Una de las consecuencias directas de esto hasido el avivamiento teológico en Europa, asociado conel nombre de Karl Barth. En tiempos de crisis y deguerra no hay lugar para generalizaciones superficialeso idealismos optimistas o de una vida "color de rosa".Nos obliga a examinar los mismos fundamentos de lavida. Nos hace enfrentar la pregunta directa en cuantoa qué induce a la naturaleza humana a tales calamidades.La explicación no se encuentra en las acciones deciertos hombres solamente. Es algo más profundo, dentrodel corazón de todos los hombres. Es el egoísmo, elodio, los celos, la envidia, la amargura y la malicia queestán en el corazón humano y se demuestran en lasrelaciones sociales y personales, manifestándose en unaescala nacional e internacional. En la esfera personaltendemos a excusarlos y darles una explicación. Peroen la esfera más general son más evidentes. El hombreen su orgullo e insensatez rehusa oir la enseñanza positivaacerca del pecado. Rehusa asistir a un lugar deadoración y recibir instrucción de la Palabra de Dios.Cree que se conoce a sí mismo y piensa que es capazde crear un mundo perfecto sin Dios. Lo que no quierereconocer y aprender por la predicación del evangelioen tiempos de paz, Dios se lo revela permitiendo laguerra; así le muestra su verdadera naturaleza y el resultadode su pecado. Lo que el hombre rehusa y rechazacuando es ofrecido por la mano de amor, amenudo lo toma cuando le es entregado por medio dela aflicción.
3. Todo esto, a su vez, lleva al propósito final quees guiarnos a Dios. Como el hijo pródigo que pensó ensu padre y su hogar, cuando nosotros hemos perdidotodo y estamos sufriendo agudamente en un estado dedesdicha y miseria, viendo nuestra insensatez y estupidez,pensamos en Dios. Una descripción frecuente delos hijas de Israel en el Antiguo Testamento son laspalabras: "En sus aflicciones y angustia clamaron alSeñor". No veían la bondad y la benignidad de Dios;estaban sordos a los profetas de su amor y de su gracia,pero en su agonía se acordaron y volvieron a El. Ynosotros somos iguales. Es sólo al sufrir y ver nuestrainsensatez, al reconocer la total quiebra y desesperaciónde los hombres, que nos tomaremos a Dios yconfiaremos en El. En verdad, al contemplar la naturalezay la vida humana, lo que me asombra no es queDios permita la guerra, sino su paciencia y longanimidad."Hace salir su sol sobre malos y buenos, y hacellover sobre justos e injustos" (Mi. 5:45).Dios sufrió la maldad y los caminos perversos delos hijos de Israel por siglos. Ahora por dos mil añosha sufrido pacientemente con un mundo que mayormentele rechaza y rehusa su oferta de amor, aun en lapersona de su Hijo unigénito. La pregunta que debemos formular no es: "¿Por que permite Dios la guerra?"sino mas bien: "¿Por qué permite Dios que sedestruya el mundo completamente en su propia iniquidady pecado? ¿Por qué en su gracia restrictiva nopone límites al mal y al pecado, y una barrera que nose pueda pasar? jQué paciencia maravillosa la de Dioshacia este mundo pecador! ¡Qué maravilloso es su amor!El envió al Hijo de su amor para morir por nosotros ysalvamos; y porque los hombres no quieren ni puedenver esto, permite cosas como guerras para castigarnosy disciplinarnos, para enseñarnos y convencernos denuestros pecados, y por sobre todo, para llamarnos alarrepentimiento y a la aceptación de su oferta de gracia.La pregunta vital para nosotros por tanto no es:"¿Por qué permite Dios la guerra?" Debemos asegurarnosque estamos aprendiendo la leccion y arrepintiéndonosante Dios por el pecado de nuestros propioscorazones, y de la raza entera, que lleva a tales resultados.Que Dios nos conceda comprensión y un verdaderoespíritu de arrepentimiento a causa de su nombre.
Tomado del libro ¿Porque lo permite Dios? Por D. Martyn Lloyd- Jones
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ResponderEliminarsaludos