Palabras de inspiración para quienes se encuentran desalentados por el silencio de Dios.
" llenaré mi corazón de tu silencio
y lo guardaré conmigo.
Y esperaré quieto,
como la noche en su desvelo estrellado,
hundida pacientemente mi cabeza.
Vendrá sin duda la mañana
y se desvanecerá la sombra.
como la noche en su desvelo estrellado,
hundida pacientemente mi cabeza.
Vendrá sin duda la mañana
y se desvanecerá la sombra.
Y tu voz se derramará
por todo el cielo
en arroyos de oro.
por todo el cielo
en arroyos de oro.
Y tus palabras volarán
cantando
de cada uno de mis nidos.
cantando
de cada uno de mis nidos.
Y tus melodías estallarán en flores
por mis profusas enramadas".
por mis profusas enramadas".
R. Tagore citado por Ignacio Larrañaga en Muéstrame Tu Rostro
"En este vivir día tras día en busca del Señor, lo que más desconcierta a los
caminantes de la fe es el silencio de Dios. 'Dios es aquel que siempre calla
desde el principio del mundo: he ahí el fondo de la tragedia', decía
Unamuno".
Ignacio Larrañaga. Muéstrame Tu Rostro
El silencio de Dios causa desconcierto en hombres y mujeres consagrados a
Dios. Ignacio Larrañaga, como él sólo lo sabe hacer: Con claridad, profundidad y
realismo; describe tres grupos, diferenciados por la manera en que el silencio
de Dios afectó su búsqueda de Dios.
"Estos abandonaron definitivamente la vida con Dios y se las arreglaron para
vivir como si Dios no existiera. Durante largos años se esforzaron por vivir su
fe. Despertaban a medianoche, invocaban a Dios y Dios no respondía. Se
levantaban por la mañana, clamaban al Señor; y tenían la impresión de que el
Interlocutor estaba lejos, o simplemente no estaba. Cada intento de oración
acababa en fracaso. Mil veces sintieron ganas de tirarlo todo por la borda. Mil
veces reaccionaron contra esa tentación pensando que, después de todo, lo único
que daba sentido a la vida era Dios. Nunca se plantearon formalmente para sí
mismos el problema intelectual de la 'hipótesis' Dios. Tenían miedo de
encontrarse con el sepulcro vacío.
Hoy día se dan por perdidos. Se sienten en una situación contradictoria y
singular: por una parte desean que Dios sea o fuese una realidad real y viva
pero lo 'sienten' como muerto. Ante sí mismos no niegan a Dios, menos aún ante
los demás. Les gustaría creer. Pero les faltan fuerzas hasta para levantar la
cabeza. Les parece que no hay nada que hacer".
Los desconcertados
por el silencio
"Durante largos años mantuvieron en alto la antorcha. Hubo una sostenida luna
de miel en la que Dios era para ellos una fiesta. Por aquellos años los ideales
ondeaban al viento, las renuncias se tornaban en libertades y las privaciones en
plenitudes, y ellos sentían que nada les faltaba en este mundo. Fue una época de
oro.
Pasaron los años y la noche del silencio comenzó a oprimirlos. Las fuerzas de
la juventud fueron esfumándose como en una cuenta regresiva. A estas alturas, el
Señor ya no era para ellos aquella fiesta de antaño. La vida fue envolviéndolos
y, como por ósmosis, sustrayéndoles el entusiasmo. Durante estos años nunca
recibieron una extraordinaria gratuidad infusa de lo alto, una de esas gracias
que marca, afirma y confirma en la fe a las almas y las instala en la certeza.
La rutina fue invadiendo sus días como una niebla invisible.
Larga, y muy larga fue aquella noche del silencio. Apareció la fatiga que
comenzó a hacer mella en los peregrinos. Ellos siguieron desfondándose
lentamente hasta que se quedaron casi sin ganas de seguir en el camino...
La palabra más exacta para definir esa situación es ésta:
desconcierto.
"Escondiste tu
rostro y quedé desconcertado".
Salmo 29
El síntoma típico de este grupo (además del desencanto) es la
nostalgia. Sin pretender y sin poder evitarlo regresan estos
desconcertados a los años del primer amor, años en los que el encanto por el
Señor revestía todo de belleza y sentido. [...]
Darían todos sus éxitos profesionales actuales por recuperar aquel primer
amor, aquel encanto vivo de antaño por el Señor. Lo que más sienten es que
perdieron la alegría. Y allá, muy lejos, en alguna región perdida de sí mismos
llevan la convicción de que, fuera de Dios, no existe fuente de alegría. Y
siempre están dispuestos a reemprender el camino de regreso hacia esa fuente. La
mayoría de los desconcertados acaban por recuperar, tarde o temprano, el encanto
primitivo".
Los confirmados
"Pero ¿cuál fue la receta secreta que instaló y confirmó a estos creyentes en
la fe?
Fue un profundo y universal espíritu de abandono. No resistir sino
entregarse, ésa fue la clave de su confirmación. También para ellos Dios fue
'aquel que calla'. Pero nunca se impacientaron, no se irritaron, no se
asustaron, nunca exigieron una garantía de credibilidad, una señal que ver, unas
muletas para andar. Sin resistir se entregaron una y otra vez, en silencio, al
silencio.
Atravesaron largos períodos de aridez y sequedad. No se dejaron abatir por
eso. En medio de la más completa oscuridad permanecieron entregados. Les
llegaron golpes inesperados que sacudieron su árbol hasta las raíces. No se
agitaron, sin embargo. Se abandonaron en silencio al silencio.
Llegaron las crisis. Durante largos períodos el cielo permaneció mudo y el
mundo parecía estar gobernado por el absurdo o la fatalidad. No se confundieron
por eso ni se desalentaron sino que, atados de pies y manos, se dejaron llevar
por la corriente del silencio y de la oscuridad, seguros de navegar en el mar de
Dios. La brújula que orientó su navegación fue la certeza. [...]
Si Dios se envuelve en un manto de silencio o se oculta detrás de las nubes,
'con un abandono audaz' lo seguiré mirando aunque nada vea y nada sienta. Aunque
me asalten millares de voces que me hablen de ilusión, yo sé que detrás del
silencio está él, seguiré mirándolo obstinadamente y con paz. Y aunque en mi
nave Dios se quede 'dormido' durante toda mi vida, no importa. Yo sé que
'despertará' en el Gran Día de la Eternidad".
Ignacio Larrañaga. Muéstrame Tu Rostro
"En el silencio eterno, Dios pronunció la Palabra, y a través de la palabra
creó y recreó el mundo. En el principio, Dios pronunció la tierra, el mar y el
cielo. Dios pronunció el Sol, la luna y las estrellas. Dios pronunció las
plantas, aves, peces, animales salvajes y domésticos. Finalmente, Dios pronunció
al hombre y la mujer. Entonces, en la plenitud de los tiempos, la Palabra de
Dios, a través de quien todo fue creado, se hizo carne y le dio poder a todo el
que cree para convertirse en hijo de Dios. En todo esto, la Palabra de Dios no
rompe el silencio de Dios, sino que revela su inmensurable riqueza...
Una palabra con poder es una palabra que proviene del silencio. Una palabra
que da fruto es una palabra que surge del silencio y vuelve a él".
Henri Nouwen. El Camino del Corazón
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