miércoles, 5 de mayo de 2021

Ezequiel 2:1-3:19 --A través de la Biblia PROGRAMA No. 0920



EZEQUIEL
Capítulos 2 - 3

Llegamos hoy, amigo oyente, en nuestro recorrido bíblico, al segundo capítulo de este libro de Ezequiel. Recién hemos comenzado en este libro y hemos completado nuestro estudio del primer capítulo con esa gloriosa visión que se da allí. Vamos a regresar a eso nuevamente, porque esa visión es probablemente el nivel más alto en la Palabra de Dios. Creemos que todas las visiones de las Escrituras descansan sobre esta visión. Y sabemos esto, que esa visión forma la base de cada visión del libro de Ezequiel y que mucho del libro de Apocalipsis no descansa primordialmente en el libro de Daniel ni en el discurso que el Señor Jesucristo pronunció aya en el Monte de las Olivas. Sin embargo, es necesario considerar el libro de Apocalipsis con el discurso en el Monte de las Olivas y el libro de Ezequiel. Pero lo que es realmente la base, es este libro de Ezequiel – el Apocalipsis de Ezequiel. Y esta gran visión, a la cual vamos a regresar una y otra vez, nos sentimos en realidad incapaces de tratar con ella en nuestro programa anterior. Simplemente tenemos que pararnos en la periferia de estas cosas, y no las podemos penetrar. ¿Por qué? Porque aquí estamos tratando con un Dios infinito. Y, amigo oyente, todo lo que nosotros podemos hacer es mantenernos en ese lugar y adorarle y alabar Su nombre.

Esta visión tuvo un resultado tremendo en Ezequiel. Como ya hemos visto, era la costumbre del Antiguo Testamento que, cuando el hombre entraba a la presencia de Dios, se postraba sobre su rostro. Eso ocurrió con Isaías, usted bien recuerda, y él dijo: “¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos”. Y este hombre se postró y se puso en posición horizontal con el piso; no en posición perpendicular con el piso; y él pudo decir: “Yo soy muerto”. Y esa fue la misma posición que tomó Daniel, la misma que Juan tomó. En la isla de Patmos, Juan dijo: “Cuando le vi, caí como muerto a sus pies”. De modo que, comenzamos nuestra lectura de este capítulo 2, de Ezequiel con el versículo 1 que dice:

1Me dijo: Hijo de hombre, ponte sobre tus pies, y hablaré contigo. (Eze. 2:1)
Aparentemente él no estaba parado sobre sus pies. Él se había postrado sobre su rostro. Pero, ahora él recibe su llamado y comisión, y también recibe el poder para llevar a cabo lo que Dios le ha llamado a hacer. Usted nota cómo Dios le habla y le dice: Hijo de hombre. Ahora, esto es interesante porque este es un título que se encuentra exactamente 100 veces en el libro de Ezequiel. Y uno también puede ver que Daniel es llamado hijo de hombre. Estos son los únicos dos del Antiguo Testamento que fueron llamados de esa manera. Y ese es el título que el Señor Jesucristo usó para sí mismo. 

En el Nuevo Testamento, encontramos que el Señor Jesucristo se refiere a Sí mismo por medio de este título unas 86 veces. Ahora, esto nos habla de Él en Su rechazo, en Su humillación, y también en Su exaltación. Es así, entonces, que tenemos aquí Su sufrimiento y Su humillación, Su exaltación, la gloria de Él; y Su segunda venida. Él es el Hijo del Hombre.

Creemos que Ezequiel tuvo que pasar por mucho sufrimiento. Podríamos preguntarle a usted cuál posición le gustaría tener. O mejor, lo podríamos presentar de otra manera: ¿cuál posición preferiría usted no tener, la de Daniel, la de Jeremías, o la de Ezequiel? Y yo diría la de Ezequiel. Debemos reconocer que Daniel estaba en peligro en la corte. Y si usted tiene alguna duda, le puede preguntar a los leones que se encontraban en el foso. Porque este hombre, Daniel, tuvo que pasar una noche con ellos, y si Dios no hubiera intervenido, Daniel se hubiera convertido en alimento suculento para esos leones. Pero él sobrevivió. Con todo, él se encontraba en peligro en esa corte extranjera. Pero yo hubiera preferido mucho su trabajo. Por lo menos tenía habitaciones lujosas y estuvo viviendo en el mejor hotel que había en Babilonia. Vivía en el palacio del rey. Para esa época, Jeremías ya se había jubilado y se encontraba con el remanente. 

Él estuvo en un gran peligro cuando estuvo en su ministerio activo hasta la deportación del pueblo en la cautividad. Pero ahora este hombre Ezequiel es enviado a hacer una tarea bastante difícil. Y debemos poner énfasis en que su tarea era difícil, amigo oyente. Él tenía la tarea de hablar a un pueblo apóstata. A aquellos que se encontraban en rebelión contra Dios. Aquellos que pensaban que eran el pueblo de Dios. Y aquí vemos que el Espíritu de Dios viene a él y lo prepara para su tarea. Y en el versículo 2, leemos:
2Y luego que me habló, entró el Espíritu en mí y me afirmó sobre mis pies, y oí al que me hablaba. (Eze. 2:2)

El Espíritu de Dios le provee ahora el poder para hacer su tarea. Creemos, amigo oyente, que cuando Dios le llama a usted para hacer una tarea, Él le dará el poder para llevar a cabo esa tarea. Creemos sinceramente que la obra de Dios puede hacerse solamente con el poder de Dios. Eso es algo que se demuestra por sí mismo hoy. Si Dios le ha llamado a usted para hacer alguna cosa, Él le dará el poder para hacerlo. Y, si usted reconoce que no lo puede hacer, entonces, diríamos que esa es la mejor posición a la cual usted puede llegar. Usted recuerda que Moisés por fin llegó a la posición, de haber pasado 40 años en el desierto, de que él no podía liberar a su pueblo. Y luego Dios le dice: “Yo lo puedo hacer a través de ti”. Y Dios le llamó a hacerlo y Moisés fue capaz de hacerlo, no porque había algo en él, sino porque había mucho de Dios en él. Y creemos que esto es tan práctico hoy. Tiene su demostración en el ministerio. También se puede ver obrando en el asiento de la iglesia. También obra en el campo misionero hoy.

En cierta ocasión, una pareja joven quería ir al campo misionero, y fueron a conversar con su pastor. El pastor pensaba que ellos no deberían haber tratado de salir, pero como él no podía estar seguro de esto, no quiso ponerse en su camino, de modo que este matrimonio joven, salió al campo misionero. Bueno, tuvieron que regresar por haber fracasado. En cierto modo eso es algo trágico. Y cuando ellos volvieron a conversar con el pastor, ellos se sentían bastante amargados. Pensaban que Dios los había abandonado. Ellos estaban dispuestos a ir al campo misionero, estaban listos para ser mártires; sin embargo, Dios no los quiso usar. A esto el pastor les dijo: “¿Se han preguntado ustedes alguna vez que si ustedes hubieran sido llamados al campo misionero el Señor les hubiera dado el poder para hacer esa tarea?” Bueno, estos jóvenes nunca habían pensado en esto desde ese punto de vista. 

Pero, amigo oyente, necesitamos reconocer esto y debemos estar seguros de que, si nosotros somos llamados por Dios, Él nos va a dar el poder para hacer esa tarea. Por tanto, lo importante es estar seguros de que somos llamados por Dios para hacer un trabajo. Así es que, Ezequiel es llamado por Dios para hacer una tarea, y, honradamente hablando, creemos que esta fue una de las tareas más difíciles que cualquier hombre pueda llegar a hacer. 

Notemos lo que sucede. Dios le va a explicar a él cuál es el trabajo que tiene que hacer. Pienso que si él me hubiera dicho a mí eso cuando yo comencé mi ministerio, tal vez le hubiera dicho al Señor: “Bueno, Señor, aquí está mi renuncia. Yo voy a continuar haciendo el trabajo que he estado haciendo hasta ahora, y trataré de mejorar allí.” Bueno, me alegra que Él no me lo haya dicho, porque debo confesar que soy cobarde para algunas cosas. Ahora, admiramos a Ezequiel. Notemos lo que Dios le dijo ahora en los versículos 3 y 4, de este capítulo 4 de Ezequiel: 

3Y me dijo: Hijo de hombre, yo te envío a los hijos de Israel, a gentes rebeldes que se rebelaron contra mí; ellos y sus padres se han rebelado contra mí hasta este mismo día. 4Yo, pues, te envío a hijos de duro rostro y de empedernido corazón; y les dirás: Así ha dicho Jehová el Señor. (Eze. 2:3-4)
Esto es algo verdaderamente tremendo. Dios le está diciendo a este hombre: “Te voy a enviar a esta gente; ellos son gentes rebeldes”. Esta es una de las declaraciones más tremendas que uno puede encontrar aquí.
Esa palabra “rebeldes” que se menciona en este pasaje, se repite una y otra vez en este libro. Esta gente estaba en rebelión contra Dios, y son llamados como nación. Ahora, esa palabra “nación” no es la palabra que Dios por lo general usa en cuanto a ellos, Su pueblo elegido. La palabra que se utiliza aquí es “goyan”, y es la palabra que Israel usaba para los gentiles, para los paganos. Ahora, ¿qué es lo que ha sucedido? La nación de Israel se ha hundido al nivel de las naciones paganas que le rodeaban. Y Dios dice que esta gente es rebelde. Se han rebelado contra Dios. Son hijos insolentes.

Y, amigo oyente, las personas más difíciles de alcanzar en el mundo hoy con el evangelio son aquellos que son miembros de la Iglesia. Aquellos que están en la Iglesia y que están contra Dios. Aquellos que han rechazado el evangelio. Aquellos que han rechazado en realidad la Palabra de Dios. Y hay muchos en la Iglesia así y que opinan que el ser cristiano es nada más que ser una persona buena y educada. Juegan a la Iglesia, y es algo entretenido para ellos. Quieren ser personas dulces y buenas y no meterse con los demás. Quieren vivir una vida superficial que es muy tranquila y cómoda. Ellos no quieren que alguien venga a decirles que son pecadores perdidos y que necesitan ser salvos y llegar a ser obedientes a Dios. Esa gente es muy difícil de alcanzar, amigo oyente.

Aquellos pastores y predicadores que se encuentran en el ministerio hoy tienen ante sí una situación muy difícil. Y si usted, joven amigo, no está seguro en cuanto a su llamado, bueno, yo saldría a vender seguros o cualquier otra cosa. Trataría de hacer algo diferente en vez de estar en el ministerio, porque esto no es algo fácil. Es decir, si usted se mantiene firme por la Palabra de Dios. Notemos ahora lo que Dios le dice a Ezequiel, aquí en el versículo 5, de este capítulo 2:
5Acaso ellos escuchen; pero si no escucharen, porque son una casa rebelde, siempre conocerán que hubo profeta entre ellos. (Eze. 2:5)

Dios le dice a Ezequiel: “Yo te estoy llamando para que vayas a ellos y les hables. Y sea que te escuchen o no te escuchen, van a saber luego de tu ministerio, de que hubo un profeta de Dios entre ellos porque Yo voy a hacer que ellos se den cuenta.” Y creemos que Dios hace eso hoy. Y hablando honradamente, amigo oyente, me gustaría que después de haber partido yo, la gente dijera, “Bueno, él por lo menos predicó la Palabra de Dios lo mejor que pudo”. Y eso es lo importante. Él está diciendo: “Quiero que estés seguro de que cuando hayas partido, ellos puedan decir: ‘Bueno, él ha sido un profeta de Dios”. No hay ninguna duda en cuanto a eso, de acuerdo con él. Aparentemente Ezequiel estaba en peligro porque en el versículo 6 de este capítulo 2, leemos:

6Y tú, hijo de hombre, no les temas, ni tengas miedo de sus palabras, aunque te hallas entre zarzas y espinos, y moras con escorpiones; no tengas miedo de sus palabras, ni temas delante de ellos, porque son casa rebelde. (Eze. 2:6)

El Señor explica claramente la situación aquí. Bien, pasemos ahora al capítulo 3, ya que encontramos la preparación del profeta para un trabajo muy duro, una tarea bastante difícil. Jeremías era una persona un poco diferente, Jeremías era el profeta del corazón quebrantad, con lágrimas que le bañaban el rostro. Y Dios necesitaba ese hombre para decirle a Su pueblo, para hacerle saber, en ese momento crucial, que le rompía el corazón enviarlos a la cautividad. Pero ahora ellos ya han entrado a la cautividad y se sienten amargados. Se sienten rebeldes. Y hasta ese momento el templo de Jerusalén no había sido quemado aún. La ciudad no había sido destruida. Eso no sucedió sino hasta siete años después de que este grupo llegara a ese lugar, y aún los profetas falsos les estaban diciendo que ellos iban a regresar a su propio hogar.

Ellos decían: “Ustedes son el pueblo de Dios.” Y le decían a este hombre Ezequiel: “¿Quién te crees que eres tú para decirnos estas cosas? Nosotros somos el pueblo de Dios. Vamos a regresar. No vamos a estar en la cautividad por mucho tiempo”. Y Dios le dice a Ezequiel: “Tu les debes decir a ellos que no van a regresar. Van a estar en cautividad por mucho tiempo: 70 años. Jeremías tenía razón. Ustedes van a estar 70 años y va a ser difícil la tarea que tienen que desempeñar en esos canales.” Pensamos que esta gente tuvo que trabajar en el campo allí. Tuvieron que edificar casas. Y fue una tarea muy dura. Ahora, en el versículo 1, de este capítulo 3, leemos:

1Me dijo: Hijo de hombre, come lo que hallas; come este rollo, y ve y habla a la casa de Israel. (Eze. 3:1) 
Note usted: “Hijo de hombre”. Este es el título que Dios le da al profeta en esta tarea difícil. En su sufrimiento. Esta es una dieta diferente, pero él tiene que comer la Palabra de Dios. Es decir, amigo oyente, que la Palabra de Dios tiene que llegar a ser parte de nosotros. Ningún hombre debería predicar hoy cuyo corazón no está en esto, y quien no cree cada palabra que la Biblia dice. Y si él no cree en esto, debería, entonces, dejar el ministerio. El púlpito no es un lugar para la elocuencia del hombre, y un lugar donde presentar un exceso de verbosidad. El púlpito es el lugar en el cual se debe declarar la Palabra de Dios. Dios le dice a Ezequiel que él tiene que comer la Palabra de Dios. Y luego, Ezequiel dice aquí en el versículo 2, de este capítulo 3:

2Y abrí mi boca, y me hizo comer aquel rollo. (Eze. 3:2)
Y luego, en el versículo 3 nos dice:
3Y me dijo: Hijo de hombre, alimenta tu vientre, y llena tus entrañas de este rollo que yo te doy. Y lo comí, y fue en mi boca dulce como miel. (Eze. 3:3)
Esta es una buena dieta; estudiar la Palabra de Dios.
Amigo oyente, hemos hecho una pregunta una y otra vez. “¿Ama usted a la persona de Cristo?” Quizá deberíamos volver ahora y preguntar: ¿Ama usted la Palabra de Dios? Usted, amigo oyente, nunca llegará a amarle a Él a no ser que ame la Palabra de Dios.

Quizá en el último análisis no sea la actitud que uno tenga en cuanto a este Libro. Cierto profesor le preguntó a un predicador en cierta ocasión: ¿Qué teoría de inspiración mantiene usted?” “Bueno, – le contestó el predicador, – la teoría que mantengo no es ninguna teoría. Simplemente, amo este Libro”. Y amigo oyente, creemos que es necesario amar la Palabra de Dios antes de que ésta pueda tener algún significado para uno. Luego, la Palabra de Dios le revela a una persona, y entonces, usted llega a amar a esa persona. Ahora, Ezequiel decía que amaba la Palabra pero él recibió una tarea bastante difícil. Leamos ahora los versículos 4 y 5 de este capítulo 3, de Ezequiel:

4Luego me dijo: Hijo de hombre, ve y entra a la casa de Israel, y habla a ellos con mis palabras. 5Porque no eres enviado a pueblo de habla profunda ni de lengua difícil, sino a la casa de Israel. (Eze. 3:4-5)
Tú no has sido enviado a los extranjeros sino a tu propio pueblo. Tú hablas el idioma de ellos. Tú no tienes que ir como un misionero y aprender un idioma extranjero, un idioma difícil, sino que debes ir a la casa de Israel. Y en el versículo 6, dice:

6No a muchos pueblos de habla profunda ni de lengua difícil, cuyas palabras no entiendas; y si a ellos te enviara, ellos te oyeran. (Eze. 3:6)
Él no es como Pablo el Apóstol que fue enviado como misionero a gente extranjera, pero aquí se dice en los versículos 7 al 9:

7Mas la casa de Israel no te querrá oír, porque no me quiere oír a mí; porque toda la casa de Israel es dura de frente y obstinada de corazón. 8He aquí yo he hecho tu rostro fuerte contra los rostros de ellos, y tu frente fuerte contra sus frentes. 9Como diamante, más fuerte que pedernal he hecho tu frente; no los temas, ni tengas miedo delante de ellos, porque son casa rebelde. (Eze. 3:7-9)

Ahora, le dice a Ezequiel: “Ezequiel, te voy a enviar a una congregación que es insolente, que está en rebelión contra mí. No quieren escucharme. Tampoco querrán escucharte a ti. Pero tú tienes que presentar ante ellos Mi Palabra. Yo voy a hacer que tu cabeza sea dura”. Dios no hizo eso con Jeremías, usted recuerda. Jeremías tenía un corazón tierno y él no podía soportar lo que tenía que hacer. Usted recuerda que él renunció en cierta ocasión. Amigo oyente, Ezequiel no va a renunciar. Dios le está diciendo que iba a darle una cabeza bien dura. “Si los hijos de Israel tienen una cabeza dura, yo voy a hacer de tu cabeza algo más duro todavía”.

Cierto hombre dijo en una ocasión: “Nuestro predicador habló de una manera muy dura a la junta directiva de la Iglesia la otra noche. No creo que un predicador debe hablar de esa manera con la junta directiva”. Otro Pastor que le escuchaba, le contestó: “Bueno, ¿qué clase de junta directiva es esa?” Y este hombre contestó: “Bueno, ellos le han creado muchos problemas a él”. Y entonces, el otro Pastor le dijo: “Bueno, esa es la misma clase de problema que tenía Ezequiel. Pero Dios hizo su cabeza mucho más dura y espero que su predicador también llegue a tener una cabeza más dura que la de los miembros de la junta directiva”.

Amigo oyente, este profeta Ezequiel tiene una tarea muy difícil. Ahora, el Señor le va a hablar; leamos los versículos 15 al 19, de este capítulo 3 de Ezequiel:

15Y vine a los cautivos en Tel-abib, que moraban junto al río Quebar, y me senté donde ellos estaban sentados, y allí permanecí siete días atónito entre ellos.. 16Y aconteció que al cabo de los siete días vino a mí palabra de Jehová, diciendo: 17Hijo de hombre, yo te he puesto por atalaya a la casa de Israel; oirás, pues, tú la palabra de mi boca, y los amonestarás de mi parte. 18Cuando yo dijere al impío: De cierto morirás; y tú no le amonestares ni le hablares, para que el impío sea apercibido de su mal camino a fin de que viva, el impío morirá por su maldad, pero su sangre demandaré de tu mano. 19Pero si tú amonestares al impío, y él no se convirtiere de su impiedad y de su mal camino, él morirá por su maldad, pero tú habrás librado tu alma. (Eze. 3:15-19)

Al profeta se le nombra centinela, y este es un trabajo difícil. Y vamos a tener ocasión de referirnos a esto nuevamente, y vamos a decir algo en cuanto a este centinela. Lo importante que debemos de notar aquí es que este hombre tiene que ser un centinela para prevenir al pueblo de Dios. Quizá ellos no quieran esto, pero él les va a prevenir. Dios le está diciendo que él será responsable de esto. Si tú no les previenes, si tú no les amonestares, entonces ellos van a morir en sus pecados pero tú serás el responsable de eso. Ahora, si ellos reciben la prevención y aún así siguen adelante con sus propias cosas, entonces ellos morirán en sus pecados, pero tú no serás responsable.

Amigo oyente, aquel hombre que es un ministro, un predicador hoy, y que no predica la Palabra de Dios en esta hora, está en una situación muy difícil, y yo no quisiera estar en la suya, y luego tener que presentarme ante el Señor Jesucristo para ser juzgado algún día. Pensamos que este puede ser probablemente uno de los juicios más terribles que pueda haber: el de un hombre que tenga la Palabra de Dios y que no tenga el valor suficiente, o el interés de declarar la Palabra de Dios. Esa es la responsabilidad que tiene este profeta; y Dios eligió al hombre justo para esa tarea, Ezequiel. Él es tan duro como el cedro. Y vamos a poder apreciar a ese hombre al continuar nuestro estudio en este libro de Ezequiel.

Y aquí vamos a detenernos por hoy porque nuestro tiempo ha llegado a su fin. Dios mediante, en nuestro próximo programa, continuaremos el estudio de este libro del profeta Ezequiel y contamos con su siempre fiel sintonía. Será, pues, hasta entonces, ¡que el Señor continúe haciendo de usted un siervo fiel, es nuestra ferviente oración!

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