El estudiante universitario sentado trente a mi escritorio reveló profunda sinceridad cuando preguntó: "¿Cómo puedo conocer a Dios?" Tomé un ejemplar de la Biblia, y le leí un pasaje de la Palabra de Dios acerca de cómo podemos conocer que Cristo Jesús es el Salvador y el Hijo de Dios. Pero pese a cuantos pasajes leí, él los rechazó. Era evidente que no estaba dispuesto a recibir el testimonio proporcionado por la Biblia en torno a este problema tan inquietante.
Este joven, (digamos que se llama Carlos) hab ía sido criado en un hogar cristiano. Habían sido raros los domingos cuando él no había estado en el templo acompañando a sus devotos padres. Al fin le pregunté: "Carlos, ¿cuándo comenzaste a dudar de la existencia de Dios?"
Siguió una pausa prolongada, en la cual se concretó a observar me. Entonces Carlos contestó francamente: "Siempre he tenido dudas; pero estas dudas se han profundizado desde que llegué a la uni versidad. Nada menos la semana pasada parecieron convergir sobre mí en la clase de biología. El profesor estaba hablándonos acerca del origen del hombre y de su concepto de¡ origen de la vida. A medida que hablaba se hacía evidente que él no creía en el registro bíblico. Alguien en la clase le preguntó sobre esto, y él nos dijo con franqueza: "Yo soy ateo." Entonces nos dijo por qué era ateo. Luego de dar nos una explicación tan lógica para sustentar su ateísmo, yo sentí que era ridículo creer en Dios, y casi pueril ser cristiano. Desde ese día en esa clase he tenido serias dudas en mi corazón en torno a la existencia de Dios.
"Carlos", le dije "permíteme relatarte una historia. No hace mucho un computador que costó un millón de dólares fue instalado en una de nuestras grandes universidades. El computador daba una tremenda ayuda a los profesores y a los estudiantes. Podía proporcionar una respuesta analítica y lógica a casi cualquier pregunta. Un profesor proporcionó al computador todos los datos acerca de la teología, de la doctrina de Dios. Entonces se hizo la pregunta al computador: ¿Hay Dios?'
"El computador hizo un ruido extra ño, y posteriormente escribió lo siguiente:
Pregunta: ¿Hay Dios? Respuesta: ¡Ahora lo hay!
"El punto principal de esta historia es que cualquier persona que categóricamente declara 'No hay Dios', en esencia se ha convertido en juez supremo. De modo que cuando tu profesor hizo esa declara ción: 'No existe Dios', estaba diciendo que él era el arbitro supremo ... es decir, Dios."
La pregunta de Carlos es una que todas las personas concienzudas se hacen: " ¿Cómo puedo conocer a Dios?" El teólogo contesta: "¡El hombre puede saber que hay un Dios que domina el universo, y el hombre puede conocer a Dios de una manera personal!" Pero, ¿cómo?
En esto la mayor ía de nosotros tiene gran afinidad con el dudoso Tomás. Queremos creer, pero algunas veces resulta difícil. Tomás era uno de los doce discípulos de Cristo Jesús. El primer domingo de resurrección él no se reunió con los demás discípulos, así como algunos de nosotros a veces no lo hacemos. Se le presentó Jesús esa noche a los discípulos y les demostró a ellos que él había resucitado de la tumba, pero Tomás no vio a Cristo, porque él no estaba en el templo.
Los discípulos se alborozaron tanto ante la presencia de Cristo Jesús, que inmediatamente salieron y compartieron la experiencia con Tomás. Tomás respondió negativamente. El dijo: "Si no viere en sus manos la señal de los clavos ... y metiere mi mano en su costado, no creeré" (luán 20:25).
Temas había sido testigo de la crucifixión. El sabía que Cristo había muerto. El había visto cómo colocaban a Cristo en la tumba y cómo ponían la piedra en la puerta. El seriamente dudó de la re surrección. Es fácil comprender por qué dudaría Tomás de que un hombre muerto hubiera vuelto a la vida después de tres días.
Pasaron ocho días. Los mismos discípulos se encontraban otra vez en el aposento alto, y en esta oportunidad Tomás estaba presente. Repentinamente Cristo Jesús se paró en medio de ellos y dijo: "Paz a vosotros" (Juan 20:26). Entonces nuestro Señor, dirigiéndose a Tomás, dijo: "Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente" (Juan 20:27).
Viendo a Cristo con sus manos laceradas por los clavos y su cos tado ensangrentado, Tom ás dijo: "¡Señor mío, y Dios mío!" (Juan 20:28). Tomás creyó por la irrefutable evidencia. ¿Cómo podía dudar cuando él había visto al Cristo resucitado?
Entonces Jesús le dijo: "Porque me has visto, Tomás, creíste, bienaventurados los que no vieron, y creyeron" (Juan 20:29). Jesús comprende nuestras dudas. El comprende por qué preguntamos: "¿Cómo puedo conocer a Dios?" De dos maneras Jesús dinámica mente contestó esta interrogación y satisfizo la duda de Tomás. En primer lugar, presentó la evidencia lógica: "Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas in crédulo, sino creyente" (Juan 20:27). En segundo lugar, Tomás per sonalmente se confrontó con el Cristo resucitado después de su re surrección. El respondió: "¡Señor mío, y Dios mío!" (Juan 20:28). El resultado fue una de las afirmaciones más grande que hay en el Nuevo Testamento de la deidad de Cristo.
De la misma manera nosotros podemos conocer a Dios. Podemos saber que hay un Dios a través de la evidencia lógica, y podemos conocer a Dios personalmente por la evidencia experimental.
POR LA EVIDENCIA LÓGICA
El hecho de que Dios existe puede ser probado por la lógica de mostrativa. El hombre intuitivamente es religioso. No se ha descubierto ninguna civilización en la cual el hombre no haya tratado de adorar a Dios. Salomón nos ha proporcionado evidencias convincentes del anhelo innato que el hombre tiene de Dios. El escribió: "Todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto eternidad en el corazón de ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin" (Eclesiastés 3:11). Existe un orden en el universo. Hay un diseño a través del universo de modo qua el hombre sabe intuitivamente, en lo recóndito de su corazón, que existe Dios. En rededor nuestro hay evidencia adecuada que nos revela que existe un gran plan y un grandioso diseño en todo el universo. Si una persona es atea, deja a un lado todos los hechos. El ateísmo dice que hay Creación sin creador; diseño sin diseñador; universo sin dominador; historia humana sin gobernante; moralidad sin base de autoridad; iniquidad sin frenos adecuados; muerte sin esperanza en el porvenir.
El ateísmo está condenado por sus frutos. El hombre sabe que hay un Dios por la evidencia lógica que está en su derredor.
El filósofo presenta los argumentos clásicos para sustentar la existencia de Dios. Si yo no creyera en Dios, y si alguien en alguna oportunidad me presentara estos argumentos, tendría que doblegarme y afirmar que, lógicamente, desde el punto de vista de la razón y del intelecto, debo creer que hay un gran Dios en el universo.
El filósofo señala, por ejemplo, el diseño del universo. Este es el argumento teleológico. Sabemos que hay un Dios en el universo porque el universo tiene una meta, un plan, un diseño. ¿Cómo podemos concebir este diseño y este orden en el universo sin concebir a la vez al diseñador o arquitecto que lo hizo?
Los hombres m ás sabios de todas las épocas han reconocido este diseño y este orden en el universo. Heráclito creyó que todo se mueve y que todo es orden. Anaxágoras dijo que existe una mente que guía a todas las almas. Sócrates, que vivió en el Siglo V antes de Jesucristo, dijo que toda la naturaleza lleva el sello del diseñador. Platón habló del mundo del orden. Aristóteles escribió acerca de uno que mueve que no es movido, que está sentado en la esfera celestial y que por su belleza atrae a todos los hombres a sí mismo. A través de tales expresiones estos hombres sabios declararon su convicción de que Dios es.
Cuando un hombre reflexiona sobre el universo, es guiado a la conclusión de que es imposible, científica e intelectualmente, recha zar el concepto de un Dios porque el diseño, el orden, el movimiento y la meta en el universo requieren un diseñador: Dios.
El argumento clásico que utiliza el diseño del universo para probar la existencia de Dios fue sorprendentemente declarado por Paley.
El dijo: "Al cruzar el desierto, repentinamente miro hacia abajo y tomo un reloj. Yo aprecio que el reloj marca la hora exacta. El segundero pasa velozmente, la otra manecilla también, y la hora avanza. Alguien me pregunta: ¿Quién hizo el reloj?"
Yo contesto: "Nadie hizo el reloj. Ese mecanismo tan delicado llegó a ser accidentalmente. Es simplemente un accidente. De alguna manera se suscitó un concurso de átomos que accidentalmente se juntaron y se convirtieron en este reloj."
El hombre me mira y dice: "Necio. Alguien ha hecho ese reloj. Un reloj significa que hay un relojero, as í como el edificio significa que hay un constructor."
Pero yo digo: "No, un reloj no significa que hay un relojero. El reloj simplemente sucedió, fue un accidente."
Por supuesto que es necedad afirmar que un mecanismo tan delicado como el de un reloj es simplemente un acaso o un accidente. Si un reloj es fabricado por un relojero, ¡cuánto más verdad el hecho de que el universo, una tierra tan delicada, tan minuciosa, debió ser hecha por un ser supremo, un Creador. El propio diseño del universo grita: "Hay un arquitecto." Esa es la lógica irrefutable del hombre racional.
Además del argumento teleológico, el filósofo también emplea el argumento cosmológico para sustentar la existencia de Dios. Es el argumento que dice que si hay un efecto, debe haber una causa. El mundo es el efecto. Dios es la causa. Tomás de Aquino, el renombra do teólogo, dijo: "No se puede tener un retroceso infinito." No se puede retroceder y remontarse y finalmente decir que simplemente todo explotó y se convirtió en realidad. En algún momento se debe llegar al punto cuando alguien lo comenzó todo. El retroceso infinito, dijo Tomás de Aquino, no explica nada.
La Biblia explica que la creación fue muy sencilla. El escritor de Génesis dijo: "En el principio creó Dios..." El hebreo original empleó solamente estas tres palabras: Bereshiyth Bara Elohim.
Es el concepto de que detrás de todo existe un creador. El ateísmo, por su parte, nos dice que en el principio había una masa nebulosa, o una célula primordial. Procedente da esa célula única toda la progresión del mundo se suscitó. Ahora pregunto, como individuo racional, lógico, que piensa: ¿Es más fácil creer que en el principio Dios, una inteligencia suprema, racional, con todo poder, creó el universo, o que en el principio una célula, una célula única, una pequeña porción de protoplasma, estaba presente y que se duplicó una y otra vez hasta que al fin la célula creó el universo? Estas son las alternativas. O bien es en el principio Dios, omnipotente, omnisciente y eterno, o es en el principio una célula, una masa sin forma de nada. Yo declaro que para mí es diez mil veces más fácil creer "en el principio Dios..." Por cierto, "dice el necio en su corazón: No hay Dios" (Salmo 14:1).
Véase el equilibrio existente en el universo. Aquí está nuestra tierra, una pelota suspendida sobre nada, inclinada veintitrés gra dos sobre su eje, que se mueve un poquitito, que gira sobre su eje, en su ecuador a razón de mil quinientos kilómetros por hora. Si la tierra no estuviera inclinada no tendríamos estaciones del año. Si no se moviera no tendríamos las distintas manifestaciones del tiempo. Si en lugar de girar a razón de mil quinientos kilómetros por hora, girara a ciento cincuenta kilómetros por hora, entonces nuestros días serían diez veces más largos que lo que ahora son, y nuestras noches serían diez veces más largas. Nos quemaríamos en el día y nos moriríamos de frío en la noche.
Dése cualquier otra regla a este mundo, y el mundo se destruiría. En una noche clara podemos contemplar el firmamento y ver la luz que procede de la luna a 356.500 kilómetros de distancia. Esta luna hace que las mareas del océano se muevan. ¿Qué sucedería si la luna no estuviera a 356.500 kilómetros sino simplemente a 75.000 kilómetros de distancia? Las mareas del océano Atlántico y del océano Pacífico convergirían, y en unos cuantos días el continente de Norteamérica desaparecería debajo de las aguas.
El sol tiene 5750 cent ígrados. Se encuentra a 149.500.000 de kilómetros de distancia, nos provee el calor suficiente para mantenernos confortables, pero no lo suficiente para quemarnos. Si en lugar de tener 5750 grados el sol tuviera 10.000 grados, nos quemaría. O si sólo tuviera 2.000 grados, nos moriríamos de frío. Ninguna persona lógica puede pensar que esto es un accidente.
Si usted pone quince monedas en orden y las coloca en su alcancía, la posibilidad es una en quince que la moneda número uno caerá de su alcancía al sacudirla. La posibilidad de que la número uno y la número dos salgan en el orden en que usted las colocó es de 210. La posibilidad de que las monedas una, dos y tres caigan de su alcancía en ese orden preciso es de 2.730. La posibilidad de que usted haga que las quince monedas salgan en el orden del 1 al 15 es menos que 1 en un trillan.
Ahora si la posibilidad es menor que 1 en un trillan que usted pueda sacar quince monedas de su alcanc ía en ese orden, ¿qué piensa usted de la posibilidad de que el mundo simplemente surja por sí mismo, o que el mundo se forme por su propia cuenta? ¿Cuál es la posibilidad de que el universo se haya suscitado por alguna gran explosión? La posibilidad es fantásticamente ínfima, sería la misma posibilidad de hacer explotar una imprenta y tener como resultado un diccionario de la Real Academia. Es fantásticamente absurdo creer que no hay un diseñador o arquitecto detrás de este universo.
La vida espont ánea está casi más allá del reino de la comprensión. No tenemos ni un solo registro de que una célula haya nacido espontáneamente. Ni una sola célula. Por el mismo razonamiento, ninguna célula, ya muerta, ha vuelto a la vida. Yo pregunto: ¿Dón de se movieron, se multiplicaron los millones de células, si no tene mos un registro de la vida espont ánea que haya surgido de una sola célula? ¿Quién comenzó todo esto? Yo declaro que Dios lo comenzó.
El doctor Roberto A. Millican ha dicho: "Yo creo que me comprenderá cuando digo que nunca he conocido a un hombre razonable que no creyera en Dios."
Yo no soy científico, pero sé que hay menos de cien tipos dife rentes de átomos, y que estos pequeños átomos están fundamental mente compuestos de electrones, protones y neutrones. Menos de cien de ellos, tres partes integrantes fundamentales en cada uno, y de estos cien átomos tenemos una variedad infinita a través de todo el universo. Esto requirió nada menos que la mente del genio de Dios mismo, para que de tal simpleza pudiera construir un universo tan complejo.
El tercer argumento empleado por el fil ósofo para probar la exis tencia de Dios se llama argumento ontológico. El mismo consiste en la idea de que sabemos que existe un Dios, porque el concepto de Dios está en la mente de cada hombre. Asume que hay una correspondencia existente entre lo que el hombre cree y lo que en realidad es. Sobre esto hemos basado toda la invención y toda la ciencia. El hombre cree que hay una correspondencia entre lo que él cree y lo que en realidad existe. ¿De dónde sacó el hombre esa idea de una santi dad infinita, de una justicia infinita, si no había uno quien es infinitamente santo, infinitamente sabio, e infinitamente justo?
El hombre tiene anhelos incontenibles y aspiraciones ilimitadas de Dios, de las cuales surge el deseo de adorar a Dios y de tener comunión con él. "Un abismo llama a otro a la voz de tus cascadas; todas tus ondas y tus olas han pasado sobre mí" (Salmo 42:7). La educación y el ambiente no tienen nada que ver con estas instituciones. Todos los hombres por doquier han tenido en su mente el concepto de un Dios, El hombre se encuentra intranquilo hasta que descansa en el Dios omnipotente.
Hay un misterio entretejido en el universo, un misterio no re suelto por el hombre, al grado que siempre sabemos que hay un paso más allá de donde ahora estamos si solamente lo podemos dar. Nosotros creemos que Dios está más allá de la periferia y del reino de todo nuestro pensamiento.
Una niña llegó a su casa después de haber pasado su primer día en la escuela. Sus padres le preguntaron: "¿Qué aprendiste en la escuela hoy?"
"Nada", contestó ella. "Tengo que volver mañana."
Pero eso es lo que hace que la vida valga la pena: el hecho de que siempre hay batallas que han de ser libradas. Siempre hay monta ñas que han de ser escaladas. Siempre hay misterios que han de ser solucionados. Siempre hay invenciones y prodigios que han de ser descubiertos; y que más allá de todo está un Dios infinito que nos ha proporcionado todo.
Todavía existe otro argumento a favor de la existencia de Dios. Se llama el argumento moral. Dentro de cada uno de nosotros existe un monitor pequeño que llamamos conciencia. Nadie puede marcar precisamente la conciencia. Nadie la puede definir, pero todos los hombres tienen este monitor. La conciencia nos dice que debemos hacer el bien. No obstante, la conciencia no nos dice lo que es el bien. ¿De dónde surgió el concepto del bien y el mal, si nO' fue de una autoridad suprema que puede ¡ornar una decisión final acerca de lo que es el bien y lo que es el mal? ¿Por qué se tiene un sentido de obligación hacia ciertas cosas, si no es que existe uno a quien usted se halla obligado?
Los humanos est án sumamente preocupados con aquello que deben hacer. Nos formamos juicios y tomamos decisiones. Nos juzga mos a nosotros mismos y a los demás, si no hay un juez supremo quien establece las normas del bien y del mal, ¿de dónde sacó usted su concepto de que algo está bien o de que algo está mal? La ética de la situación no comprueba nada. Debe haber una decisión final, un juez supremo. ¿De dónde surgió este concepto?
Emanuel Kant, el filósofo prusiano, dijo que en el universo hay un Dios. Hay un imperativo divino que se cierne sobre el hombre y hace que tome una decisión en cuanto a lo que es correcto. Este concepto final de la justicia, esta habilidad para juzgar, procede del he cho de que creemos que hay una autoridad final, un juez supremo, el cual es Dios. El concepto total de la ley, de la justicia y del juicio se basa en el concepto moral de que existe un Dios que es moral.
LA EVIDENCIA EXPERIMENTAL
Nosotros decimos que podemos conocer a Dios seg ún estos caminos lógicos. Podemos saber que Dios existe a través del diseño del universo, debido a la ley de causa y electo, debido al razonamiento del hombre y debido al movimiento moral del hombre. Pero cuando se ha dicho todo esto, quizás no signifique mucho. Cristo Jesús le dijo al titubeante Tomás: "Sé lógico por un momento, Tomás. Pon tu mano en mi costado, pon tus dedos aquí y mira la evidencia." Pero Tomás se encontraba completamente anonadado, no por las heridas en el costado de Cristo, sino por la persona misma de Cristo. Cuando Tomás se encontró con Cristo y lo vio, por la experiencia, cayó a sus pies, y dijo: "¡Señor mío, y Dios mío!"
¿Cómo puede el hombre conocer a Dios? El hombre puede conocer a Dios mejor a través de su propia confrontación personal con el eterno Dios a través de la fe en Cristo Jesús. Si yo tengo un amigo en una ciudad distante a quien nunca he tenido el privilegio de co nocer, no perderé el tiempo tratando de probar su existencia, simplemente diré lo que ese amigo significa para mí. Así ocurre con el verdadero creyente. Cuando compartimos nuestra fe con un hermano, debemos decirle: "Esto es lo que Dios significa para mí." Si él contesta: "Yo no creo en Dios", no debemos preocuparnos tratando de probarle que hay Dios. Debemos compartir con él nuestra fe y la experiencia que nosotros hemos tenido con Dios. Esto es lo que los discípulos hicieron con Tomás. Ellos le dijeron: "Al Señor hemos visto."Tomás dijo: "yo no creo". Pero cuando Tomás fue confrontado personalmente con Cristo, él dijo: "¡Señor mío, y Dios mío!" El creyó.
Cristo Jesús mismo ha dicho: "El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi pro-pia cuenta" (Juan 7:17). Si un hombre desea saber si la enseñanza es verdadera, si desea conocer a Dios, Jesús ha dicho que ese individuo debe obedecer. Permita que ese hombre pruebe a Cristo mismo. Permítasele a tal hombre probar a Dios.
Esa es la forma en la cual nosotros probamos todo en el mundo científico. Si queremos saber si algo es falso o verdadero, lo probamos. Si queremos saber si Cristo Jesús puede perdonar nuestro pecado y salvar nuestra alma y darnos una vida nueva, pongámosle a prueba. Ora a él sinceramente y díle: "Señor Jesús, ten piedad de mí, pecador." Díle: "Señor Jesús, yo creo, y yo procederé en una vida de obediencia." Por el ejercicio de su fe y obediencia encontrarás que Cristo Jesús verdaderamente es el Hijo divino de Dios y es tu Sal vador.
Nosotros sabemos de este cristianismo experimental por la experiencia de otros. Blas Pascal escribió acerca de su experiencia con Dios estas palabras: "Fuego, fuego, fuego vino a mi alma." Esa fue su experiencia, el calor del amor de Dios omnipotente, una llama que se encendió en su corazón.
Pablo el apóstol habló de su experiencia. Pablo se encontró con Cristo Jesús en el camino a Damasco, y su vida nunca fue la misma después. El dijo: "Por lo cual asimismo padezco esto; pero no me avergüenzo, porque yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día" (2 Timoteo 1: 12). Tú puedes conocer a Cristo por esta experiencia.
El sicólogo pregunta: "¿Cómo puede saber que ha tenido contacto con una personalidad? Quizás todo esto se reduce a una ilusión. Quizás ustedes los cristianos están obrando bajo falsas premisas al pensar que han conocido a Dios a través de Cristo Jesús." Todo porque algo sea subjetivo no significa que sea falso. Aun el conocimiento objetivo puede ser visto y contemplado subjetivamente. ¿Cómo podemos conocer a Dios a través de la fe en Cristo Jesús? Nosotros conocemos por la experiencia. Si esta es una ilusión, entonces todo puede ser una ilusión, porque esa es la manera en que tenemos todo el conocimiento. Lo conocemos a través de la experiencia que es subjetiva, que es una respuesta intuitiva.
También podemos conocer este cristianismo experimental a través del testimonio de la oración. Si quieres saber si hay un Dios que puede contestar las necesidades de tu vida, entonces ora a él. Si yo pudiera ir a una ventana y pedir pollo frito y de allí surgiera; y si yo solicitara un bistec a la parrilla, y de allí surgiera; y si yo pidiera otro alimento y ese alimento apareciera, no tendría que probar que mis pedidos habían sido contestados. Yo simplemente pediría y recibiría. La oración así es. Si tú vas a la ventana de los cielos y pides en el nombre de Dios, entonces verás que él no sólo oye tus oraciones, sino que las contesta y te concede el anhelo de tu corazón. Nosotros conocemos a Jesucristo a través de la experiencia de otros, y de nuestras propias oraciones al ser contestadas.
Finalmente, lo conocemos en la experiencia de la conversión. Un joven salió de su hogar para asistir a la universidad. Cursaba el segundo año. En su clase de filosofía estaban hablando de que no existe Dios. A medida que el profesor presentaba su conferencia, el joven se sintió un poco sacudido en su fe. Regresó a su cuarto y trató de estudiar, pero su mente estaba en la conferencia que aca baba de oir. Miró sobre su escritorio y había allí un cuadro de su madre y de su padre. Inmediatamente se desvanecieron sus dudas. El dijo: "Yo pensé cómo ellos oran todas las noches, y pensé en la vida santa que han vivido. Y he recordado cómo han orado en las circunstancias más difíciles de la vida y cómo Dios siempre ha ayudado." Yo dije: "Todos los argumentos de todos los hombres sabios de todo el mundo nunca podrían convencerme de que no existe Dios a través de la fe en Cristo Jesús, por mis padres y la experiencia de ellos."
Pero hay una experiencia aun más profunda que esa. Es la ex periencia cuando un individuo personalmente es confrontado por Dios a través de la fe en Cristo y se convierte en cristiano. Pon a Cristo a prueba. El dijo: "He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmiqo" (Apocalipsis 3:20). "Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí, y al que a mí viene, no le echo fuera" (Juan 6:37). La Biblia dice que pongas a Cristo Jesús a prueba.
¿Cómo puedo yo saber que existe Dios? ¿Cómo puedo conocer a Dios? A veces es difícil creer. Pero si es difícil creer, es infinitamente más difícil no creer.
Autor: R. M. Smith
Tomado de: Revista ancla. Tomo V. Num 1. p. 7-12, 22-25.
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